TRANSREGIONES

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Revista de Estudios Sociales y Culturales
Año 3, No 6 - Julio-Diciembre 2023

Pandemia de COVID-19, democracia y populismo

COVID-19 pandemic, democracy and populism

Ismael Ortiz Barba[1] y Teresa Isabel Marroquín Pineda[2]

COVID-19 requiere respuestas adecuadas. Pero no deben poner en peligro el Estado de derecho, debilitar a las instituciones democráticas o poner en riesgo los derechos fundamentales. Necesitamos superar esto juntos, no gobernar a través de decretos.

Michael Roth, ministro alemán de Asuntos Europeos

Resumen

La pandemia de COVID-19 planteó serios desafíos en las diversas esferas de la vida social y puso a prueba la capacidad estatal para responder a la emergencia sanitaria. Los gobiernos respondieron de formas diversas, algunos con medidas democráticas, no siempre eficientes, y otros con medidas autoritarias. El presente artículo se cuestiona cuál fue la reacción de los gobiernos populistas y si acaso las  decisiones autoritarias fueron más eficientes para controlar los contagios. Asimismo, persigue observar si la pandemia acentuó el declive democrático observable desde hace casi una década.

Palabras clave

COVID-19, democracia, populismo, respuesta gubernamental

Abstract

The COVID-19 pandemic posed serious challenges in the various spheres of social life and put to the test the state's capacity to respond to the health emergency. Governments responded in different ways, some with democratic measures, which were not always efficient, and others with authoritarian measures. This article questions the reaction of populist governments and whether authoritarian decisions were more efficient in controlling contagion. It also seeks to observe whether the pandemic accentuated the democratic decline that has been observable for almost a decade.

 

Key words

COVID-19, democracy, populism, government response

Introducción

El 30 de enero de 2020, la Organización Mundial de la Salud declaró a la epidemia de COVID-19 como “una emergencia de salud pública de preocupación internacional”. Para el 11 de marzo del mismo año, declaró a la nueva enfermedad como una pandemia debido a su extensión por todos los continentes[3]. A partir de dicho momento, el mundo no volvería a ser el mismo. La pandemia afectó no sólo en términos de salud, si también en lo político, económico, social y cultural. Especialmente en lo tocante a lo político, la emergencia sanitaria repercutió en los regímenes políticos, afectando principalmente en la ya de por sí deteriorada democracia. Todos los gobiernos del mundo se vieron desafiados por la pandemia. Algunos de ellos, considerados como democráticos y más competentes para administrar sus efectos negativos, se vieron rebasados al no tomar las medidas adecuadas. Otros gobiernos de corte populista tomaron medidas autoritarias y asumieron conductas tendientes a limitar las libertades civiles de la población.

El presente artículo tiene como propósito analizar algunas de las medidas gubernamentales tomadas para combatir, controlar y atenuar la pandemia. Las preguntas que guían la presente investigación son: ¿Se puede afirmar que países menos democráticos fueron más eficientes para controlar los contagios al tomar decisiones autoritarias? ¿Cómo se vio afectada la democracia durante la pandemia y cuáles fueron algunas de sus consecuencias una vez que cesó la emergencia sanitaria? Para dar respuesta a las interrogantes, se tomaron indicadores construidos por universidades, organizaciones de la sociedad civil y empresas privadas, que evalúan la calidad de la democracia, el Estado de derecho y las libertades en el mundo.

COVID-19 y el manejo gubernamental de la emergencia sanitaria

Hace diez mil años, a la par que nuestros antepasados se asentaron en comunidades para domesticar animales e iniciar los primeros cultivos, nacieron las primeras enfermedades que diezmarían esos asentamientos humanos: peste bubónica, cólera, viruela, tuberculosis, entre otras. Conforme dichas comunidades entraban en contacto con otras similares para intercambiar mercancías; mientras más lejos llegaban, también diseminaban sus enfermedades. Desde entonces, millones de vidas han sido arrebatadas por estos microscópicos enemigos en una perenne lucha davidgoliatesca: de 1347 a 1541, la Muerte Negra (peste bubónica), una plaga originada en las ratas que se transmitía por las pulgas, fue la causante de la muerte de 200 millones de personas (De la Torre, 2022; Carreras Panchón et al., 1985).  Su brote diezmó la población europea en un 30-50% y tomó más de 200 años recuperar esa cantidad de personas. Con la invasión europea en América en los inicios del siglo XVI, también llegó una enfermedad letal que arrasó con casi el 90% de los nativos americanos (Cook, 2005; Guerra, 1988; del Campillo, 2001). Desde entonces, la viruela ha exterminado a más de 56 millones de personas. Durante el siglo XVIII, esta infección causó el deceso anualmente de más de 400 mil habitantes de Europa. La tercera pandemia mortal en tiempos modernos fue la influenza española (una variante del virus H1N1) acaecida entre 1918 y 1919, causante del deceso de entre 40 y 50 millones de personas (aunque algunos cálculos establecen la cifra en 100 millones) que, a diferencia del COVID-19, era letal para niños y jóvenes (Müller, 2020; Lüthy, et al., 2018).

Ya en 2019, antes del surgimiento del primer caso de COVID-19, Steven Taylor adelantaba que el mundo debería prepararse para el próximo brote global de enfermedades infecciosas. Las consecuencias de la aparición de una pandemia podrían ser catastróficas, afirmaba que:

Es probable que las cosas sean complicadas, impredecibles y turbulentas. Habrá un comportamiento prosocial generalizado, pero también incidentes de protesta social e incluso disturbios. Otras consecuencias incluirán un aumento de la xenofobia y la discriminación… Los grupos minoritarios étnicos y los trabajadores sanitarios probablemente serán objeto de discriminación. Veremos una proliferación de teorías de conspiración. Se culpará a alguien o a alguna organización o agencia, correcta o incorrectamente. Los medios de comunicación exacerbarán la pandemia, a pesar de las advertencias para difundir informes más equilibrados. Los rumores infundados y las noticias falsas se difundirán rápidamente a través de Internet. Las autoridades de salud lucharán por contener los rumores y desacreditar las teorías de conspiración. Muchas personas cumplirán debidamente los consejos de las autoridades sanitarias… Pero muchas no lo harán… Y ellas transmitirán la infección a otras personas (Taylor, 2019: 107).

Ante la declaratoria del COVID-19 como pandemia, los gobiernos en todos sus órdenes se activaron para hacerle frente, poniendo a prueba la capacidad de su sistema de salud y la fortaleza de sus instituciones democráticas. Algunos países lograron un control eficiente de la crisis, como China y Corea del Sur: “la primera con medidas draconianas y la segunda a partir de la aplicación de una gran cantidad de pruebas para detectar, aislar y tratar de forma efectiva a pacientes positivos al virus. Otros países, como Rusia, Turquía y Venezuela aprovecharon la crisis sanitaria para socavar las instituciones democráticas fundamentales de sus naciones.” (Ortiz Barba, 2020: 5B)

La organización no gubernamental, Freedom House recién publicó un estudio titulado Democracia en el encierro. El impacto del COVID-19 en la lucha global por la libertad (Freedom House, 2020). El trabajo es el resultado de la aplicación de entrevistas a 398 periodistas, trabajadores de la sociedad civil, activistas, expertos e investigadores en 192 países, con la intención de examinar la situación de la democracia durante la pandemia. El estudio respalda con firmeza la hipótesis de que la pandemia de COVID-19 está agravando los 14 años de disminución consecutiva de la libertad y concluye que “… no solo se ha debilitado en 80 países, sino que el problema es particularmente agudo en las democracias en lucha y en los Estados altamente represivos” (FH, 2020: 1). Esto es, los países con defensas débiles ante el abuso del poder son quienes más padecen las limitaciones a sus libertades. El trabajo observa la amplitud y profundidad del asalto a la democracia. Con relación a México, la publicación afirma que “Las autoridades tienen poca visión para enfrentar esta crisis humanitaria y económica” (FH, 2020: 2). En días pasados Amnistía Internacional denunció que al menos mil 320 trabajadores de la salud han muerto en México, “la cifra más alta conocida para cualquier país” (Aministía Internacional, 2020), a pesar de que el Gobierno asegura que los trabajadores de hospitales cuentan con todo el equipo de protección necesario (Ortiz Barba, 2020: 5B)

Las acciones gubernamentales para controlar la pandemia han producido todo tipo de acciones y reacciones de la sociedad civil. Una de ellas es lo que se ha denominado como “populismo pandémico”, que se está expandiendo debido a las crisis políticas, de salud pública y de bienestar social. De acuerdo con Vieten (2020), el fracaso de los gobiernos para hacer frente a la pandemia, junto con la crisis socioeconómica y el pánico moral están coproduciendo resentimientos extremistas contra las élites. El punto culminante fue el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021 de los seguidores de Trump[4].

Los gobiernos populistas

Ionescu y Gellner (1969) abren su conocida obra Populism: its meanings and national characteristics con la frase: “Un espectro recorre el mundo: el espectro del populismo”. No hay una definición ni comprensión única de lo que significa el populismo, se le ha considerado desde una ideología, un movimiento, hasta una estrategia. Aparece de formas diferentes, en lugares diversos y en condiciones muy particulares. En la última década varios partidos llamados populistas han alterado las reglas del juego democrático en todo el orbe. Han surgido partidos y movimientos populistas tanto de izquierda como de derecha. Así, tenemos partidos de izquierda como el partido Coalición de la Izquierda Radical (Syriza) de Grecia, el Podemos en España, Morena en México; y de derecha como el Liga Norte (League) en Italia y el Frente Nacional (ahora Agrupación Nacional) en Francia; o el Partido por la Libertad en Países Bajos (Glynos & Mondon, 2016; Stavrakakis et al., 2017).

Si bien el concepto “populismo” se ha convertido en un término comúnmente utilizado para categorizar todo lo disruptivo e inesperado —en particular a partir de lo ocurrido en el 2016 con los fenómenos políticos del Brexit y la elección de Donald Trump— se entiende mejor cuando se le encuadra como una forma de política que enfrenta la voluntad de la “gente común” (o pueblo) contra una “élite corrupta” (De Cleen & Stavrakakis, 2017). De acuerdo con Moffitt (2016, p. 10):

En las últimas dos décadas, pero particularmente en la última década más o menos, los populistas de todo el mundo han aparecido en los titulares al enfrentar a ‘el pueblo’ contra ‘la élite’ en nombre de la soberanía popular y en ‘defensa de la democracia’.

Los populismos contemporáneos, sin considerar los que se dieron a fines del siglo XIX y en la primera mitad del siglo XX, surgieron después de iniciada la tercera ola democratizadora[5], dando el comienzo de lo que se ha dado en llamar la tercera ola anti-democrática (o contra-ola). Sin embargo, su estudio apenas se inició en la década de 1960 (Pappas, 2019). Ya en 1997, Fareed Zakaria publicaba un artículo nombrando a este fenómeno como “democracia iliberal”[6]. Una característica que notaba Zakaria era que gobiernos elegidos democráticamente, una vez en el poder, esquivan los preceptos constitucionales y constriñen las libertades civiles y políticas.

A la proliferación del fenómeno del populismo se le ha llamado de diferentes formas: algunos estudiosos le han llamado como “Zeitgeist[7] populista” (Mudde 2004), una “ola populista” (Krastev, 2007: 57) y un “renacimiento populista” (Roberts 2007, 3) en diferentes regiones del mundo en los últimos años (McDonnell & Werner, 2019). Definir el populismo es difícil, y su calificación es escabrosa e imprecisa (Urbinati, 2013; Canovan, 1981; Mény & Surel, 2002; Ionescu & Gellner,1969). Dada esta dificultad para definir el populismo[8], es posible buscar lo que caracteriza a este fenómeno sociopolítico. Desde la perspectiva weberiana,[9] se puede buscar un “tipo ideal” de lo que en la realidad es el populismo. Habrá que recordar que Weber plantea una postura epistemológica del término “tipo ideal”; esto es, un concepto genérico que se construye con las particularidades de cada experiencia observada del fenómeno en la realidad.

Para Pappas (2019, p. 1), el populismo actual es un fenómeno histórico emergente de la modernidad democrática tardía que se opone al liberalismo político. Esto es, una “forma de política democrática moderna que es antagónica a la democracia liberal establecida”. Para Przeworski (2019, p. 87), el populismo es una ideología “gemela” del neo-liberalismo, ya que ambas doctrinas “…afirman que el orden social es creado espontáneamente por un solo demiurgo: ‘el mercado’ o ‘el pueblo’”. Cass Mudde (2004, p. 562) define el populismo como “…una ideología que considera que la sociedad está finalmente separada en dos grupos homogéneos y antagónicos, 'el pueblo puro' versus 'la élite corrupta', y que sostiene que la política debe ser una expresión de la volonté générale (voluntad general) del pueblo”. Ludovico Incisa, en Diccionario de Política, (en Bobbio, Matteucci y Pasquino, 1995, p. 1247) considera que el populismo está intrínsecamente fusionado con la idea de “pueblo”, definiendo como populista “…aquellas fórmulas políticas por las cuales el pueblo, considerado como conjunto social homogéneo y como depositario exclusivo de valores positivos, específicos y permanentes, es fuente principal de inspiración y objeto constante de referencia”. Es más, discurre que el populismo no es una ideología sino un “síndrome”, pues no posee “una elaboración teórica y sistemática” (p. 1247).

John B. Allcock (1971) hace un rastreo de la palabra “populismo” y traza su origen en al menos dos momentos. El primero lo ubica en los movimientos políticos de las zonas rurales de Estados Unidos de América a finales del siglo XIX, en especial el Partido Populista, que después se utilizaría para generalizar cualquier tipo de política rural radical. El segundo lo ubica entre los primeros intelectuales socialistas utópicos rusos por la misma época, quienes creían que tanto la revolución política y la regeneración moral del pueblo ruso, deberían de surgir de los campesinos; esto es, del pueblo[10].

El concepto populismo fue adoptado por el sociólogo Edward Shils (1956) con un sentido completamente novedoso. En su formulación, el populismo no refiere a un tipo de movimiento en particular, sino a una ideología que puede encontrarse tanto en contextos urbanos como rurales y en sociedades de todo tipo. Además, este autor considera que el populismo niega la autonomía de las instituciones, y automáticamente identifica la voluntad del pueblo con la justicia y la moralidad. El populismo ignora los límites legítimos entre lo público y lo privado, subvirtiendo así los cimientos de una sociedad pluralista.

Daniele Albertazzi y Duncan McDonnell (2008, p. 3) definen el populismo como:

…una ideología[11] que enfrenta a un pueblo virtuoso y homogéneo contra un conjunto de élites y “otros” peligrosos que, en contubernio, están despojando (o intentando despojar) al pueblo soberano de sus derechos, valores, prosperidad, identidad y voz.

Por su parte, Laclau (2005) propuso una concepción totalmente diferente del concepto, sugiriendo la idea de reemplazar la noción de lucha de clases, por el argumento de la existencia de una pluralidad de antagonismos, tanto económicos como de otra índole. Señala Laclau (2005, p. 291): “Las identidades populares… siempre constituyen totalidades” y que el populismo “es el elemento democrático en los sistemas representativos contemporáneos” (p. 222), contrario a…

…las acusaciones de marginalidad, transitoriedad, pura retórica, vaguedad, manipulación, etcétera… la desestimación está vinculada a un prejuicio idéntico, es decir, el repudio del medio indiferenciado que constituye ‘la multitud’ o ‘el pueblo’ en nombre de la institucionalización y la estructuración social” (p. 288).

Sin embargo, Weyland (2001, p. 18) considera quel el populismo (tanto el clásico como el neopopulismo) tiene más que ver con las estrategias políticas debido a que éstas:

… se caracterizan por la capacidad de poder que utilizan los tipos de gobernantes para sostenerse políticamente. Bajo el populismo, el gobernante es un individuo, un líder personalista, no un grupo u organización. El populismo se basa en la capacidad de poder de los números, no en un peso especial. El populismo surge cuando los líderes personalistas basan su gobierno en el apoyo masivo, pero en su mayoría no institucionalizado, de un gran número de personas.

Agrega Weyland (p. 6) que lo que distingue el populismo de finales del siglo pasado (síndrome populista) fue “una combinación de demagogia política, inestabilidad organizacional, irresponsabilidad económica y excesiva generosidad distributiva”, que bien podría caracterizar al populismo de la actualidad.

Roberts (1995, p. 88) enumera las características que definen al populismo:

  1. Un patrón de liderazgo político personalista y paternalista, aunque no necesariamente carismático;
  2. Una coalición política heterogénea, multiclasista y concentrada en sectores subalternos de la sociedad;
  3. Un proceso de arriba hacia abajo de movilización política que pasa por alto las formas institucionalizadas de mediación o las subordina a vínculos más directos entre el líder y las masas;
  4. Una ideología amorfa o ecléctica, caracterizada por un discurso que exalta a los sectores subalternos o es anti elitista y/o antisistema;
  5. Un proyecto económico que utiliza métodos redistributivos o clientelistas generalizados para crear una base material para el apoyo del sector popular (Roberts, 1995: 88).

Otros autores ven el resurgimiento del populismo como un desafío importante al derecho constitucional contemporáneo. Señala Walker (2019, p. 515) que, con el argumento de representar la “verdadera” voluntad popular, los regímenes populistas “…encuentran razones instrumentales para respaldar su propia versión del constitucionalismo”. Una característica distintiva de los líderes populistas es su crítica a las instituciones y los valores universales, con una visión autoritaria del constitucionalismo. En el mundo contemporáneo, donde se han integrado al compromiso democrático acuerdos constitucionales (pluralidad y unidad, individualismo y colectivismo, razones universales y particulares), estos equilibrios deseados son despreciados por los líderes populistas, lo que “…profundiza la tensión definitoria del constitucionalismo moderno” (p. 515).

A lo largo del mundo, han surgido movimientos, líderes y partidos populista —tanto de izquierda como de derecha— dado que:

los partidos tradicionales y las élites políticas cada vez más alejadas de las demandas ciudadanas han sido el mejor carburante para su surgimiento y diseminación. De hecho, algunos autores han denominado a esta asonada como una “patología normal” (Mudde, 2004) de las democracias occidentales. Entre los nuevos partidos populistas destacan el Partido de la Libertad de Austria (FPÖ), el Frente Nacional Francés (FN) o la Lista Holandesa Pim Fortuyn (LPF), Fidesz-Unión Cívica Húngara, Unión Nacional Ataque (Ataka) de Bulgaria, entre otros, principalmente europeos y generalmente de derecha. En América Latina surgieron movimientos de corte populista, tanto de izquierda como de derecha, encabezados por líderes como el de Álvaro Uribe Vélez (Colombia), Jair Bolsonaro (Brasil); Mauricio Macri (Argentina), Hugo Chávez (Venezuela), Cristina Fernández (Argentina) y Evo Morales (Bolivia), cada uno con características muy particulares (Ortiz Barba, 2021: 4A)

¿Cómo se puede explicar el ascendente apoyo a los partidos populistas? Para Inglehart y Norris (2016) su éxito puede deberse a dos hipótesis: por un lado, se considera la perspectiva de la inseguridad económica, se pone énfasis en las consecuencias de los cambios de la fuerza laboral y la sociedad en las economías posindustriales; y, por otro lado, que los cambios culturales originan una reacción retrospectiva de los sectores que alguna vez fueron predominantes frente a los cambios de valores. Los autores se inclinan por esta segunda hipótesis en primera instancia (aunque no desdeñan a la primera), al considerar que el apoyo a partidos populistas expresa “…una reacción contra una amplia gama de rápidos cambios culturales que parecen estar erosionando los valores y costumbres básicos de las sociedades occidentales” (Inglehart y Norris, 2016, p. 30). Consideran que los cambios culturales afectan en especial a los grupos menos educados y de mayor edad,[12] quienes apoyan a los partidos y líderes populistas dado que defienden los valores culturales tradicionales y exaltan los valores nacionalistas y xenófobos, rechazan a los extranjeros y defienden los roles de género arraigados, además de expresar una gran desconfianza hacia el establishment.

El populismo representa una seria amenaza para las democracias consolidadas y las en desarrollo, como muestras varios estudiosos: “Los orígenes de estos movimientos son variados. El Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA, 2021) anota propulsores económicos y políticos, entre los que destacan: la crisis de representación de los partidos tradicionales y dominantes; la fragmentación y polarización de la esfera pública y de la política, reforzada por las redes sociales; mayor movilización política, protestas y activismo de la sociedad civil, entre otros.” (Ortiz Barba, 2021: 4A).

La democracia se ve en peligro por el populismo por tres amenazas:

 

una, el populismo socava las instituciones democráticas formales (tribunales, parlamentos, organismos reguladores) por haber sido creadas por la “élite corrupta”, se rebelan contra ellas y las atacan sistemáticamente; dos, las personas y los opositores son redefinidos y clasificados para ser estigmatizados y categorizados como enemigos del pueblo (“O conmigo o contra mí”), para configurar un discurso polarizador; tres, desde el poder se erosionan las reglas democráticas informales, se ataca a los medios que los critican y se intenta debilitar su legitimidad (Ortiz Barba, 2021: 4A). 

Con relación a cómo los gobiernos populistas enfrentan la pandemia, el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU, 2020) afirmó que:

…en el actual contexto de crisis, donde crecen el nacionalismo, el populismo y el autoritarismo, algunos países pueden utilizarlo como excusa para adoptar medidas represivas con fines no relacionados con la pandemia (…). La amenaza es el virus, no las personas.

The Econominst Intelligence Unit

El Democracy Index 2021[13] elaborado por The Economist Inteligence Unit (EIU por sus siglas en inglés), agrupa los regímenes del mundo en las siguientes cuatro categorías:

Tabla 1. Índice de democracia 2020-2021

Número

% de países

% de población mundial

2020

2021

2020

2021

2020

2021

Democracias plenas

23

21

13.8

12.6

8.4

6.4

Democracia defectuosa

52

53

31.1

31.7

41.0

39.3

Régimen híbrido

35

34

21.0

20.4

15.0

17.2

Régimen autoritario

57

59

34.1

35.3

35.6

37.1

Nota: Por “población mundial” se refiere a la población de los 167 países considerados para la elaboración del Índice.

Fuente: EIU, 2020, 2021

El informe (EIU) asegura que la democracia en el mundo sufrió retrocesos en 2021 (su mayor declive anual desde 2010, cuando la crisis financiera mundial provocó grandes reveses); que el porcentaje de personas que viven en una democracia cayó por debajo del 50% y los regímenes autoritarios ganaron terreno.

Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA)

Por su parte, el Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA, por sus siglas en inglés)[14], en su estudio anual, El estado de la democracia en el mundo 2021. Fomentar la resiliencia en tiempos de pandemia, encontró que:

… más países que nunca sufren de “erosión democrática” (disminución de la calidad democrática), incluso en las democracias establecidas. El número de países que experimentan un “retroceso democrático” (un tipo de erosión democrática más severa y deliberada) nunca ha sido tan alto como en la última década.

Más de una cuarta parte de la población mundial vive ahora en países democráticamente en retroceso. Junto con los que viven en regímenes totalmente no democráticos, constituyen más de dos tercios de la población mundial (IDEA, 2001: vii).

En 2020 el número de países que tendieron hacia el autoritarismo superó al número de países que avanzaron hacia la democracia. La pandemia alargó la tendencia previa negativa que se inició en 2015. Desde el comienzo de la tercera ola de democratización en la década de 1970 no se registraba en el mundo un proceso de retroceso democrático tan extenso. (IDEA, 2001: 1)

Cómo puede verse en la Gráfica 1 las democracias pasaron de 104 en 2015 a 98 en 2020, de acuerdo con los datos recabados por IDEA (2021). En 2015, el número de países representaba el 63% de 165 países considerados; para 2020, el porcentaje bajó al 59%.

                

Fuente: IDEA, 2021

¿Cómo explica IDEA este retroceso democrático en el mundo? El Instituto considera que la regresión democrática tiene que ver con el surgimiento y arribo al gobierno de partidos políticos antiliberales y populistas en la última década; también está relacionado con niveles crecientes de polarización social y política, y bajos niveles de apoyo a la democracia por parte de la ciudadanía; con las crisis económicas; con la “imitación” de algunos países al comportamiento (anti)democrático de otros; y con la lucha por equilibrar la libertad de expresión (especialmente a través de las redes sociales); con la seguridad pública, así como con el flagelo de la desinformación (IDEA, 2021).

Freedom House

El informe 2022 de Freedom House[15] se subtitula La expansión global de los gobiernos autoritarios. Aquí se afirma que la amenaza actual a la democracia es el producto de 16 años consecutivos de declive de la libertad global. En total, 60 países sufrieron caídas durante 2021, mientras que solo 25 mejoraron. En la actualidad, alrededor del 38% de la población mundial vive en países no libres (el porcentaje más alto desde 1997). De acuerdo con el informe, solo alrededor del 20% en este momento vive en países libres. Durante este período de declive democrático, los controles sobre el abuso de poder y las violaciones de los derechos humanos se han venido erosionando.

De acuerdo con Freedom House (2022), los políticos autoritarios han creado un entorno internacional más favorable para ellos mismos y sus movimientos durante la pasada década y media, empoderados por su propio poder político y económico, así como por la disminución de las fuerzas democráticas. La propuesta de régimen no se basa en una ideología unificadora o afinidad personal entre los líderes. No está diseñado para servir los mejores intereses de la ciudadanía, o para que mejore su vida. En realidad, se basa en el interés compartido de los autócratas por minimizar los controles sobre sus abusos y mantener el control sobre el poder. Un mundo gobernado por estos regímenes sería una ausencia de orden, repleto de conflictos armados, violencia sin ley, corrupción y volatilidad económica.

En la Tabla 2 se pueden ver algunos países que a lo largo del año pasado han realizado acciones que han subvertido el orden democrático o han ejercido el poder para limitar las libertades civiles y los derechos humanos:

Tabla 2. Acciones antidemocráticas que han tomado algunos países

País

Acciones que debilitan la democracia

Irán

El candidato de línea dura, Ebrahim Raisi, ganó la presidencia después de que el Consejo de Guardianes no electo descalificara a todos sus principales oponentes, y la baja participación indica la frustración de los votantes con el proceso electoral estrictamente controlado.

Myanmar

Los militares tomaron el poder en un golpe de Estado para evitar la instalación de un parlamento recién elegido después de que su partido favorito fuera derrotado, y luego usaron violencia para reprimir un movimiento de protesta decidido a favor de la democracia.

Nicaragua

El presidente Daniel Ortega aseguró su propia reelección intensificando los ataques de su gobierno contra la sociedad civil y supervisando el arresto de varios candidatos de la oposición.

Rusia

El régimen del presidente Vladimir Putin amplió su represión contra los opositores políticos y las organizaciones de la sociedad civil, frustrando cualquier competencia genuina en las elecciones parlamentarias de septiembre.

Eslovenia

El país sufrió una disminución significativa de las libertades civiles a medida que el gobierno populista del primer ministro Janez Janša aumentaba su hostilidad hacia los grupos de la sociedad civil y los medios de comunicación y siguió socavando las instituciones independientes y el estado de derecho.

Sudán

Un golpe militar bloqueó la transición del país a un gobierno civil pleno y elecciones democráticas, lo que llevó al movimiento “Marcha de los Millones” a exigir cambios desafiando las sangrientas medidas represivas.

Tailandia

Mientras continuaban las protestas lideradas por jóvenes que exigían una reforma constitucional, el gobierno, encabezado por los líderes del golpe militar más reciente, intensificó los juicios a los manifestantes por violar las leyes de lèse-majesté (lesa majestad)[16].

Fuente: Freedom House, 2022

Human Rights Watch

La organización Human Rights Watch (HRW) en su informe World Report 2022, asienta que el objetivo primordial de los autócratas es socavar los frenos y contrapesos a su autoridad; todos ellos invariablemente atacan estas restricciones a su poder: periodistas independientes, activistas, jueces, políticos y defensores de los derechos humanos, como en Estados Unidos con Donald Trump[17] y en Brasil con Jair Bolsonaro. En esta perspectiva, la falta de un proceso democrático deja a los autócratas sin rendir cuentas al público. Eso hace posible que sean más propensos a servir a sus propios intereses políticos, y los de sus camarilla y seguidores. Es muy común que los políticos autócratas afirman obtener mejores resultados que los demócratas, pero por lo general lo hacen principalmente para sí mismos (Human Rights Watch, 2022). En China el encubrimiento oficial de la transmisión de persona a persona en Wuhan durante los primeros contagios ayudó a que el virus se volviera global. Hasta el día de hoy, Beijing se niega a cooperar con una investigación independiente sobre los orígenes del virus.

Con frecuencia los autócratas dedican recursos del erario público a proyectos de interés personal. Para HRW, el primer ministro de Hungría, Viktor Orban, ha gastado subsidios de la Unión Europea en estadios de fútbol, ​​que utilizó para pagar a sus allegados, mientras dejaba los hospitales en un estado lamentable. En Egipto, el presidente Abdel Fattah al-Sisi, permitió que las instalaciones sanitarias languidecieran mientras el ejército y sus vastas empresas comerciales florecían, y persiguió proyectos tan grandiosos como la construcción de una nueva capital administrativa al este de El Cairo. A medida que la economía de Rusia decaía, el Kremlin aumentó el gasto en el ejército y la policía (HRW, 2022).

Las respuestas autoritarias a la pandemia y el deterioro democrático

Muchas preguntas surgieron durante la pandemia en torno al desempeño de los gobiernos en el manejo de la emergencia sanitaria, en especial de los gobiernos populistas; esto es ¿Cómo reaccionaron los políticos populistas a la pandemia de COVID-19 desde el gobierno o la oposición?; ¿Ser de ideología de izquierda o de derecha determinó su desempeño en el combate a la pandemia?; ¿Cómo ven los habitantes de esos países en términos de aprobación o desaprobación el manejo de la crisis sanitaria? ¿Cómo ha sido la disputa entre los políticos populistas y los expertos epidemiólogos con respecto a la pandemia?

Algunos analistas consideraron que la pandemia “mataría a los populistas” (English, 2020; Mead, 2020; Patman, 2020; Sheran, 2020), debido a que sus líderes deberían someterse a las recomendaciones de los médicos epidemiólogos. Los gobiernos considerados populistas se enfrentaron a la pandemia de forma muy diferente entre sí. Algunos tuvieron muy buenos resultados mientras que otros tuvieron consecuencias lamentables.

En la declaratoria de pandemia fue posible advertir respuestas autoritarias por parte de los gobiernos, que dieron indicios claros de una probable delimitación de las libertades civiles y el socavamiento de la democracia. Esto suscitó no solo discusiones políticas, sino también filosóficas. Por ejemplo, Paul Gragl (2022, p. 11) lanzó la siguiente pregunta: “¿Debemos actuar siempre de acuerdo con principios normativos morales o legales dados, o también está permitido transgredir estas normas en aras de alcanzar este bien moral supremo?”; o, dicho de otra manera, ¿el fin justifica los medios? Esto es, ¿se deberán tomar decisiones políticas por encima de lo que establecen las leyes?.

Para intentar controlar la pandemia de Covid-19, muchos países recurrieron a restringir las libertades civiles y otros derechos humanos. El International Crisis Group (ICG), en un informe especial, advirtió que:

 …algunos líderes podrían ordenar medidas restrictivas que tengan sentido por estar relacionadas con la salud pública en el pico de la crisis y luego extenderlas con la esperanza de contener a la disidencia una vez que la enfermedad disminuya. Dichas medidas podrían incluir prohibiciones indefinidas a reuniones públicas masivas… para evitar protestas públicas (ICG, 2020: 10-11).

Sin embargo, es posible afirmar que los países con capacidad estatal, confianza social y liderazgo, pudieron dar respuestas exitosas a la pandemia. Como señala Fukuyama (2020, p. 26): países con “…un aparato estatal competente, un gobierno en el que los ciudadanos confían y escuchan, y líderes efectivos” han tenido un desempeño eficiente y han podido limitar el daño en su población; mientras que aquellos países con estados disfuncionales, sociedades polarizadas o liderazgo deficiente no han tenido un buen desempeño, “han dejando a sus ciudadanos y economías expuestos y vulnerables”. Entonces, en principio, el éxito en el manejo de la pandemia de algunos países no tiene que ver con el tipo de régimen (democracia-autoritarismo), sino con los tres factores esenciales: un aparato gubernamental eficiente, la confianza de los ciudadanos y un liderazgo confiable.

De igual forma, la publicación de Carnegie Endowment for International Peace, How Will the Coronavirus Reshape Democracy and Governance Globally? (¿Cómo remodelará el Coronavirus la democracia y la gobernabilidad a nivel mundial?), observa que es muy seguro que la pandemia modifique los pilares de la gobernabilidad democrática (procesos electorales, el control civil de las fuerzas armadas y la movilización cívica), y ponga en discusión los méritos del autoritarismo versus la democracia. La pandemia traerá efectos más amplios en la gobernanza al sobrecargar las funciones básicas de la gobernabilidad de los países, poniendo a prueba su cohesión sociopolítica, exacerbando la corrupción, perturbando las relaciones entre los gobiernos nacionales y locales y transformando el papel de los actores no estatales (Brown, Brechenmacher & Carothers, 2020; Aolain, 2020; Kharpal, 2020; The Economist, 2020).

David Gilbert (2020) enlista al menos 30 regímenes que aprovechan la pandemia del coronavirus para reprimir a sus ciudadanos, y proporciona pormenores precisos sobre las acciones represivas. Algunos de estos regímenes son: Rusia, Camboya, Filipinas, Uganda, Polonia, Ghana, Bielorrusia, Venezuela, Tailandia, Chile, Israel, Bangladesh, Serbia, Myanmar, Kenia, Paraguay, Turkmenistán, Egipto, Hungría, Yemen, Emiratos Árabes Unidos, Irán, Armenia e India (ver también Congressional Research Service, 2020)

Algunos gobiernos populistas de derecha realizaron acciones similares: uno, negación inicial y luego mala gestión de la pandemia; dos, enmarcar la enfermedad principalmente como una crisis económica en lugar de una crisis de salud pública; tres, un desprecio por la experiencia científica y profesional; y, por último, la “otredad” de grupos marginales con fines políticos. De acuerdo con Mannion & Speed (2021), las respuestas populistas a la pandemia han dado lugar a mayores niveles de xenofobia, la violación de los derechos humanos y la denigración de la experiencia científica.

De acuerdo con el reporte del Índice de Democracia 2020, la pandemia del Covid-19 ocasionó que el poder estatal se entrometiera en la vida de los ciudadanos y socavara las libertades individuales y colectivas. Advirtió que, al arrogarse poderes de emergencia en tiempos de paz, éstos continuarán no solo durante la emergencia sanitaria, sino aún cuando ésta haya sido controlada (EIU, 2021). El informe se pregunta, una vez controlada la pandemia y viviendo una “nueva realidad”, por cuánto tiempo y en que extensión los gobiernos y los ciudadanos estarán preparados para que sus derechos civiles sean socavados en aras de la salud pública (EIU, 2021).

En la línea del análisis más detallado del Informe sobre la democracia del año pasado, encontramos que la pandemia ha tenido efectos directos limitados en la tendencia mundial a la baja de la democracia. Si bien los líderes de algunos países aprovechan la pandemia para consolidar aún más el poder, la autocratización ya estaba ocurriendo. Sin embargo, han habido violaciones significativas de las normas internacionales sobre lo que los gobiernos pueden hacer en respuesta a una pandemia. El proyecto Pandemic Backsliding (PanDem)[18] muestra el retroceso pandémico de la democracia, y exhibe que 57 países registraron violaciones moderadas y 44 países tuvieron violaciones importantes de las normas internacionales. La mayoría de estas violaciones ocurrieron en países autocráticos.

En esta perspectiva, de acuerdo con IDEA (2021)[19] al menos seis países pueden considerarse como países emblemáticos del retroceso democrático ante la pandemia del COVID-19:

  1. Brasil: Se considera que es la democracia con el mayor número de atributos en declive en 2020. La gestión de la pandemia ha estado plagada de escándalos de corrupción y protestas, mientras que el presidente Jair Bolsonaro ha restado importancia a la pandemia y ha dado mensajes contradictorios. El presidente ha puesto a prueba abiertamente a las instituciones democráticas del país y ha atacado a los medios de comunicación; además de que ha declarado que no acatará las sentencias del Supremo Tribunal Federal, que lo investiga por difundir noticias falsas sobre el sistema electoral del país[20].

  1. Hungría: Los grupos de derechos humanos y la comunidad internacional se opusieron cuando el parlamento (dominado por el partido político Fidesz del primer ministro Viktor Orbán) otorgó al gobierno el derecho a gobernar por decreto sin límite de tiempo para manejar la pandemia y estableció penas de prisión de hasta a cinco años por difundir desinformación sobre el virus. En junio de 2021, esto fue reemplazado por un estado de emergencia médica, que el parlamento no podría levantar y estaría vigente hasta diciembre de ese año (Szente & Gárdos-Orosz, 2022)[21].

  1. India: Es la democracia en recuperación con más violaciones a la democracia durante la pandemia. Las violaciones incluyen: hostigamiento, arrestos y enjuiciamiento de defensores de los derechos humanos, activistas, periodistas, estudiantes, académicos y otras personas críticas con el gobierno o sus políticas; uso excesivo de la fuerza en la aplicación de las regulaciones de COVID-19; acoso contra las minorías musulmanas; obstrucciones de internet; y cierres, particularmente en Cachemira.

  1. Filipinas: Profundizó su retroceso democrático durante la pandemia a través de una mayor militarización y la represión de los medios de información. Varias leyes concentran el poder en el ejecutivo para manejar la pandemia, incluida una ley antiterrorista que el gobierno puede usar para atacar a los críticos y una ley que criminaliza la difusión de información errónea. Las violaciones de los derechos humanos han continuado y aumentado durante la pandemia, y los asesinatos como parte de la “guerra contra las drogas” aumentaron drásticamente con casi total impunidad y falta de investigación. Además, se han llevado a cabo en el país una serie de restricciones, acciones legales y procesamientos por motivos políticos, incluso contra activistas, periodistas y medios de comunicación[22].

  1. Polonia: Andrzej Duda intentó eludir al parlamento y a la Comisión Electoral Nacional para avanzar con la elección presidencial. Realizó cambios a la ley electoral a menos de seis meses de la elección, suspendió a la Comisión Nacional Electoral y las restricciones a la campaña por el Covid-19 que favorecieron al partido en turno, que controla la radiodifusión pública y recurrió a la xenofobia, retórica homófoba y antisemita, así como el mal uso de los recursos del Estado. El poder judicial ha seguido enfrentando restricciones.

  1. Eslovenia: Ha registrado descensos en los Controles del Gobierno y las Libertades Civiles. La UE ha expresado su preocupación por el acoso y las amenazas contra periodistas, las demandas por difamación contra los medios de comunicación, los recortes de fondos a las ONG y la legislación que ha buscado ampliar la vigilancia y los poderes policiales. Hay preocupación por las presiones políticas sobre el poder judicial (IDEA, 2021)

Mención aparte merece la situación en Estados Unidos, donde las acciones emprendidas por el gobierno de Donald Trump, considerado como populista de derecha, tuvo varios desatinos en el manejo de la pandemia. En el país del Norte, las protestas populistas contra las restricciones relacionadas con el coronavirus –de acuerdo con Rogers Brubaker (2021)— fueron absurdas: en principio, el populismo en general es hostil a la técnica, a la especialización; pero ha florecido en un momento en que eso se requería más que nunca; el populismo se nutre de la crisis y, de hecho, a menudo depende de fabricar una sensación de crisis, pero ha acusado a los principales políticos y medios de exagerar e incluso inventar la crisis de COVID-19; y, por último, el populismo es proteccionista, pero se ha vuelto antiproteccionista durante la pandemia y desafió las restricciones supuestamente sobreprotectoras del Estado Niñera. La desconfianza populista en la experiencia, la antipatía a la regulación gubernamental y el escepticismo hacia la sobreprotección de la élite pueden unirse, en el contexto de la intersección de crisis médica, económica, política y epistémica, en una mezcla potencialmente peligrosa (Brubaker, 2021; Sheran, 2020).

Al analizar el desempeño ante la pandemia de 16 gobiernos[23] en un trabajo colaborativo coordinado por Katsambekis y Stavrakakis (2020), los autores consideran que la atención en el debate respecto a la amenaza del populismo debe virar hacia los peligros inminentes y tangibles —como el autoritarismo, el nativismo, el nacionalismo, el racismo— así como hacia el riesgo de sedimentación de ciertas políticas de emergencia que restringen libertades y derechos fundamentales actualmente promulgados por actores populistas y no populistas, por gobiernos radicales y moderados en todo el mundo en la lucha contra la pandemia del COVID-19. Los hallazgos pueden resumirse en la siguiente síntesis:

  1. El COVID-19 no está acabando con los populistas. A pesar del pésimo manejo de la pandemia, tanto Trump (Carter, 2020; Tollefson, 2020; Viglione, 2020; Kinsella et al., 2021; Paz, 2020; Kapucu & Moynihan, 2021) como Bolsonaro (Scelza & Garcia, 2020; Costa & Fonseca, 2021; Fuccille, Alexandre, 2020) se enfrentan a malos desempeños en otras áreas, como manejo político o desempeño en la economía; mientras que Alberto Fernández ha tenido un manejo apropiado que aumentó su popularidad (Natanson, 2020; Vitale, 2020, 2021; Klobovs, 2021, Sheran, 2020).

  1. No todos los populistas respondieron de la misma manera a la pandemia de COVID-19. A pesar de que se pensaba que todos los líderes populistas reaccionarían de la misma forma ante la pandemia, la realidad revela un panorama mucho más complejo con políticos populistas que tomaron diferentes políticas y diferentes posiciones, desde criticar ciertos aspectos del confinamiento como “autoritarios” a criticar al gobierno de ser demasiado relajado; o líderes de estados federales como Trump y Bolsonaro, que estaban en contra del bloqueo para “mantener la economía en funcionamiento” (Toro y Pérez, 2021).

  1. La ideología es un factor crucial que no debe pasarse por alto. Los colaboradores del estudio observaron que la ideología es un factor clave al evaluar el desempeño de los políticos populistas contra la pandemia. Los populistas de izquierda priorizaron la cohesión social y el apoyo y protección de los estratos sociales más vulnerables, mientras que los populistas de derecha tendieron a priorizar la economía, aunque eso parezca conducir al desempleo y la devastación social (Navarro y Rivera, 2020; Balotol, 2021).

  1. En muchos casos, comprender las políticas de ciertos actores a través de la óptica del “populismo” puede ser inexacto y engañoso. Los autores consideran que el populismo como categoría analítica explica muy poco de sus políticas y desempeño a lo largo de la pandemia. El uso excesivo y el abuso de la etiqueta “populista” y la vaga noción de una “amenaza populista a la democracia”, parece desviar la atención de otros peligros inminentes para la democracia, como el nativismo, nacionalismo, autoritarismo, racismo, entre otros.

  1. Los expertos no son actores neutrales que salvarán a la democracia liberal de los “malos populistas”. La pandemia ha mostrado el carácter profundamente político de los aportes científicos en coyunturas críticas, así como la propia agencia política de los mismos expertos (Bañuelo & Cerillo, 2020; Navarro y Rivera, 2020; Márquez, 2020; Coronado, 2021[24]).

De acuerdo con Human Right´s Watch (HRW) (2022), la pandemia del COVID-19 puso en evidencia el desempeño autoritario de algunos mandatarios autócratas. Muchos dirigentes autocráticos restaron importancia a la pandemia, dieron la espalda a la evidencia científica, difundieron información falsa y no tomaron medidas básicas para proteger la salud y la vida del público. Sus motivos iban desde la complacencia populista hasta eludir las críticas por no haber hecho lo suficiente para evitar la propagación del virus o para impulsar los sistemas de protección social. A medida que aumentaron las infecciones y las muertes, algunos de esos líderes amenazaron, silenciaron, despidieron o incluso encarcelaron a los trabajadores de la salud, periodistas y otras personas que informaron, protestaron o criticaron su respuesta fallida, lo que provocó una falta de debate público que tendió a generar desconfianza y empeoraron la posibilidad de una respuesta expedita. HRW menciona que tales acciones autoritarias se pudieron constatar en Egipto, India, Hungría, Grecia, Tayikistán, Brasil, México, Nicaragua, Venezuela, Tanzania (bajo John Magufuli) y Estados Unidos (bajo Trump). Algunos autócratas utilizaron la pandemia como pretexto para detener las manifestaciones contra su gobierno, mientras que en ocasiones permitieron mítines a su favor, como en Uganda, Rusia, Tailandia, Camboya y Cuba.

El presidente de Freedom House, Michael J. Abramowitz, afirma que, “Lo que comenzó como una crisis sanitaria mundial se ha convertido en parte de la crisis mundial de la democracia” (Cameroon, 2020) El declive de la libertad global es anterior a la pandemia: 2020 fue el decimoquinto año consecutivo que muestra un declive, según Freedom House, pero lo ha empeorado. El año pasado, el declive global de la democracia se aceleró, y los países que experimentaron un declive en la libertad superaron en número a aquellos con mejoras por el mayor margen registrado desde que comenzó la tendencia negativa en 2006 (Repucci & Slipowitz, 2020).

En su informe anual (2020), entre los principales hallazgos Freedom House encontró lo siguiente:

Otra visión sobre las acciones emprendidas por los gobiernos populistas para limitar las libertades civiles de la población, sostiene que éstas socavaron la popularidad de algunos gobiernos populistas. El Centre for the Future of Democracy (2022) encontró que, a nivel mundial, el apoyo al populismo se derrumbó durante la pandemia: esto incluye los índices de aprobación para líderes populistas; el apoyo a los partidos populistas y el consentimiento hacia algunas actitudes populistas. En promedio, los líderes populistas vieron una caída de 10 puntos porcentuales en los índices de aprobación desde el segundo trimestre de 2020 hasta el cuarto trimestre de este año. Mientras tanto, el apoyo a actitudes populistas clave, como la “voluntad del pueblo” y la creencia de que la sociedad está dividida entre la gente común y las “élites corruptas” está disminuyendo en casi todos los países. El estudio propone tres razones por las que se derrumbó la ola populista.

Primero, los líderes populistas manejaron mal la crisis del coronavirus. En promedio, el público califica a estos líderes más bajo y confía menos en ellos como fuente de información sobre la pandemia. Mientras tanto, el apoyo a los disidentes externos está disminuyendo a medida que se restaura la confianza pública en el gobierno y los expertos.

Segundo, la polarización política ha disminuido. La experiencia de enfrentar una crisis común ha demostrado ser un evento unificador para los ciudadanos en muchas sociedades. Así como las sociedades divididas proporcionan un terreno fértil para que prosperen los populistas, se vuelve más difícil para estos políticos movilizar apoyo cuando la animosidad del grupo disminuye.

En tercer lugar, la pandemia ha reducido la desigualdad económica. Las regiones “marginadas” como el medio oeste de los Estados Unidos de América, el norte de Inglaterra y el sur de Italia experimentaron descensos significativos en los índices de aprobación populista entre 2019 y 2021, lo que refleja las diferencias en el desempeño económico durante la pandemia.

Comentarios finales

El manejo de la crisis sanitaria provocada por el COVID-19 implicó serios desafíos para los gobiernos nacionales, los cuales respondieron de forma diversa y con diferentes grados de eficacia. Si bien la intuición podría llevarnos a suponer que gobiernos con líderes populistas fueron más eficaces en el manejo de la pandemia, debido a que emprendieron medidas y conductas autoritarias, la evidencia obtenida de diversas organizaciones de la sociedad civil y empresas privadas, apunta a que los líderes populistas enfrentaron la emergencia sanitaria de forma heterogénea y con diferentes grados de eficacia.

Algunos gobiernos populistas condujeron mejor la crisis que otros, aunque siempre a costa de las libertades civiles de la población. Otros, a pesar de las medidas autoritarias, no contribuyeron a la contención de la pandemia. Lo que pareciera ser una característica común, sin embargo, es el agravamiento de la tendencia pre-pandémica del deterioro de la calidad democrática, poniendo en evidencia que la emergencia sanitaria fue tan solo el catalizador del declive democrático a nivel mundial, y que los gobiernos autoritarios utilizaron políticamente la crisis sanitaria para eliminar los contrapesos democráticos, restringir las libertades individuales, minimizar la disidencia y la protesta social, y fortalecer sus posiciones de poder.

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Vitale, María Alejandra (2021): Argumentación, polémica y emociones en Alberto Fernández ante el COVID-19. Cuaderno 136. Centro de Estudios en Diseño y Comunicación, pp. 71-90.  

Walker, Neil (2019): Populism and constitutional tension. International Journal of Constitutional Law, Vol. 17, Núm. 2, april, pp. 515–535

Weber, Max (1997): Economía y sociedad. Fondo de Cultura Económica: México.

Weyland, Kurt (2001). Clarifying a Contested Concept: Populism in the Study of Latin American Politics. Comparative Politics, vol. 34, núm. 1, pp. 1-22.

World Justice Project (2021a): Índice de Estado de Derecho en México 2020-2021: WJP: Washington.

World Justice Project (2021b): World Justice Project (WJP) Rule of Law Index 2021: WJP: Washington.

Zakaria, Fareed (1997): The Rise of Illiberal Democracy. Foreign Affairs, Vol. 76, No. 6 (Nov.-Dec.), pp. 22-43.


[1] Instituto de Investigaciones en Innovación y Gobernanza. Departamento de Estudios Políticos. Universidad de Guadalajara, i.ortiz@academicos.udg.mx

[2] Departamento de Estudios Políticos, Universidad de Guadalajara. teresa.marroquin@academicos.udg.mx. Orcid: https://orcid.org/0000-0002-7533-182X

[3] Organización Mundial de la Salud. Disponible en: https://www.who.int/es/news/item/27-04-2020-who-timeline---covid-19 

[4] Aunque para Mark A. Graber (2021) la relación entre ese evento y la política de salud pública durante la pandemia no está muy clara.

[5] De acuerdo con Huntington (1994, P. 17), la tercera ola democratizadora inició “de manera poco convincente e involuntaria, veinticinco minutos después de medianoche, el martes 25 de abril de 1974, en Lisboa, Portugal…”

[6] De acuerdo con Zakaria (1997), por régimen liberal debe considerarse que hay elecciones libres y competitivas, además de que existe Estado de derecho, separación de poderes y garantías a las libertades básicas de expresión, reunión, religión y propiedad. Y como señala Halmai (2022, p. 299), “… el antiliberalismo desafía a la democracia liberal, que no es simplemente un límite al poder público de la mayoría, sino que también presupone estado de derecho, frenos y contrapesos y garantía de los derechos fundamentales”. La traducción del inglés al español es de nuestra autoría.

[7] Palabra de origen alemán (está formada por “Geist”: "espíritu”, y “Zeit”: “tiempo”.) que significa el espíritu de los tiempos, de un período o generación.

[8] “Pero nadie tiene muy claro qué es. Como doctrina o como movimiento, es escurridizo y proteico. Asoma por todas partes, pero en muchas y contradictorias formas” (Ionescu & Gellner, 1969: 1); “…el término es excepcionalmente vago y se refiere en diferentes contextos a una desconcertante variedad de fenómenos” (Canovan, 1981: 3); “El populismo es un concepto impreciso” (Urbinati, 2013: 137); “…una mezcla de situaciones extremadamente heterogéneas que se pueden analizar según el tipo, pero que no se pueden reducir a ninguna forma de unidad integral” (Mény & Surel, 2002: 2); “…el término se ha convertido en un comodín popular para todo lo disruptivo e inesperado” (Sherán, 2020: 1).

[9] Según Weber (1997, p. 17), “la sociología debe formar… tipos puros (ideales) de esas estructuras, que muestren en sí la unidad más consecuente de una adecuación de sentido lo más plena posible; siendo por eso mismo tan poco frecuente quizá en la realidad —en la forma pura absolutamente ideal del tipo— como una reacción física calculada sobre el supuesto de un espacio absolutamente vacío”.

[10] De acuerdo con Allcock (1971, p. 372): “Un exponente de esta posición llegó a ser llamado narodnik, del ruso narod - 'pueblo', 'paisano' o 'nación'. Los historiadores de habla inglesa interesados en este aspecto de la historia rusa tradujeron la palabra narodnik como ‘populista’”.

[11] Para los autores, la ideología es un sistema de creencias, valores e ideas característico de un grupo particular. Así, el concepto se refiere a “…los sistemas de creencias cuya función es explicar por qué las cosas son como son proporcionando un marco interpretativo a través del cual los individuos y/o las organizaciones dan sentido a sus propias experiencias, se relacionan con el mundo exterior y planifican el futuro” (Albertazzi y McDonnell, 2008, p. 11).

[12] El estudio está basado en la Encuesta de expertos Chapel Hill (CHES, por sus siglas en inglés) de 2014 para identificar la ubicación ideológica de 268 partidos políticos en 31 países europeos. 

[13] De acuerdo con EIU, El Índice de Democracia se publica desde 2006. De acuerdo con EIU, el reporte presenta una panorámica del estado de la democracia en el mundo en 165 estados independientes y dos territorios. El Índice de Democracia se basa en cinco categorías: proceso electoral y pluralismo, funcionamiento del gobierno, participación política, cultura política y libertades civiles. Disponible en:

https://www.eiu.com/n/campaigns/democracy-index-2022/#mktoForm_anchor 

[14] Según IDEA: “El Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA Internacional) es una organización intergubernamental cuya misión es promover la democracia a nivel mundial, como aspiración humana universal y facilitadora de desarrollo sostenible”. Disponible en: https://www.idea.int/es/sobre-nosotros

[15] Freedom House elabora el reporte Freedom in the World.  Se trata de un reporte anual global “…sobre los derechos políticos y las libertades civiles, compuesto por calificaciones numéricas y textos descriptivos por cada país y un grupo selecto de territorios” (la traducción del inglés al español es de nuestra autoría). Señala que la edición 2022, cubre el desarrollo de 195 país y 15 territorios del 01 de enero de 2021, hasta el 31 de diciembre del mismo año. Según reseña Freedom House, el reporte valora los derechos y libertades reales que los individuos disfrutan, más que el desempeño gubernamental. Para cada país y territorio, se analiza el proceso electoral, el pluralismo político y la participación, el funcionamiento del gobierno, la libertad de expresión y de creencias, los derechos de asociación y organización, el Estado de derecho, y la autonomía personal y los derechos individuales. Disponible en:

https://freedomhouse.org/reports/freedom-world/freedom-world-research-methodology

[16] Leyes que establecen de tres a quince años de cárcel a quien difame, insulte o amenace al rey, la reina, los príncipes o el regente. Solo existe en Tailandia y recientemente se ha registrado un aumento de casos que violan la ley lèse majesté.

[17] Trump mostró un patrón de comportamiento preocupante: afirmó que el tema de cuándo levantar las restricciones de coronavirus en diferentes estados fue su decisión, en lugar de la de los gobernadores de los mismos. Luego intentó dictar cómo las escuelas y universidades públicas manejaron la crisis al amenazar con retener los fondos para la educación y retirar las exenciones de impuestos. Si bien Trump amenazó a las escuelas, sus amigos, donantes políticos y aliados aparentemente se han enriquecido con préstamos del Programa de Protección de Cheques de Pago designados para pequeñas empresas. La supervisión sigue obstaculizada, incluso por la interferencia del presidente. Ver: https://www.brookings.edu/blog/order-from-chaos/2020/10/28/the-populist-paradox/

[18] Para obtener más información, consultar el resumen de políticas. Disponible en: https://www.v-dem.net/pandem.html

[19] Otro aspecto a considerar es el número de países que pospusieron elecciones con motivo de la pandemia. Las elecciones fueron pospuestas o canceladas en al menos 79 países o territorios (ver IDEA, 2020). No obstante, 124 países celebraron elecciones nacionales o consultas populares desde febrero de 2020.

[20] Bolsonaro se ha enfrentado con 24 de los 27 gobernadores de Brasil, que buscaban implementar medidas más estrictas en sus estados para evitar la propagación del coronavirus. Cuando se le preguntó si usaría la pandemia para “dar un golpe de Estado”. Bolsonaro respondió: “Si lo fuera, no lo diría”. El país tampoco ha logrado evitar que se desvíen los fondos destinados a equipos médicos, y se investigan contratos por valor de casi 1,500 millones de reales (casi 280 millones de dólares) por fraude. Obtenido de:

https://www.brookings.edu/blog/order-from-chaos/2020/10/28/the-populist-paradox/

[21] Países europeos señalaron que con esta medida se comprometía el Estado de derecho, se debilitaban las instituciones democráticas y se deterioraban los derechos fundamentales; señalando además tendencias autocráticas y nacionalismos xenófobos.

[22] Rodrigo Duterte reclamó poderes de emergencia, que luego usó para arrestar “casi tantas personas por violar los toques de queda y bloqueos de Covid-19 como si hubieran detectado positivo al virus”, según informes de los medios. Duterte incluso anunció que los militares “matarían a tiros” a los alborotadores (El País, 2020)  Mientras tanto, funcionarios de la Agencia de Seguros de Salud Pública de Filipinas fueron acusados de robar $300 millones el año pasado y actualmente están bajo investigación (https://www.brookings.edu/blog/order-from-chaos/2020/10/28/the-populist-paradox/).

[23] Argentina, Australia, Bélgica, Brasil, Francia, Alemania, Grecia, Hungría, Italia, Países Bajos, Filipinas, España, Suecia, Turquía, Reino Unido y Estados Unidos.

[24] De acuerdo con Coronado (2021, p. 469): “En el caso de México, se han observado dos problemas principales: primero, la existencia de expertos miembros de una red transgubernamental que toman decisiones basadas en intereses políticos, dejando de lado las recomendaciones derivadas de lo global; y segundo, una comunidad epistémica dividida, con grupos rivales, lo que perjudica la actuación de estos expertos en su labor como transmisores de ideas y difusores de conocimiento”.