TRANSREGIONES - Revista de
Estudios Sociales y Culturales - Año 3, No 5 - Enero-Junio 2023
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El peyote como sujeto de disputa: desconocimiento en
impericia en política pública
Peyote as a
subject of dispute: lack of expertise in public policy
Aldo Daniel Arias Yerena
Universidad de Guadalajara, Centro universitario de Tonalá. Departamento
de la salud poblacional
aldoarias.yerena@gmail.com
Resumen
Este texto
discute las actuales consideraciones de
Política Publica en salud sobre el uso de las plantas enteógenas y sus usos
tradicionales, en particular el peyote, así como el problema de la devastación
de este cacto para sus usos tradicionales y el evidente peligro de
extinción debido al extractivismo.
A partir de las
prohibiciones coloniales y hasta las legales de nuestros días, este cacto rico
en alcaloides ha sido considerado desde propulsor de hechicerías e idolatrías,
hasta de uso lúdico al considerarse una droga o fármaco, como sustancia
psicoactiva; mas no así como agente medicinal.
La etnografía ha
proporcionado a distintos autores (incluyendo mi caso), datos concretos que
ponen en entredicho las aseveraciones sobre los nulos valores terapéuticos del
peyote, confrontados entonces con los usos reales. Además de los datos
conocidos en medicina tradicional indígena mexicana (sobre todo en los casos
cora y wixárika), y de los proporcionados en investigaciones sobre tratamiento
de alcoholismo y drogadicción entre indígenas norteamericanos (en las distintas
oficinas de la Iglesia Nativa Americana), los datos recabados en campo en este
caso, apuntan a serias implicaciones en favor de la salud emocional de los
usuarios.
Este texto suma a
los datos sobre el peyote y su valor terapéutico con la intención de ampliar el
espectro de investigación antropológica, de salud intercultural, etno-médica,
psicológica y de reformulación de políticas públicas nacionales en salud.
La discusión se
inserta en el momento actual, donde en otros contextos como en centro y
Sudamérica la ayahauasca es suministrada por médicos tradicionales en el
tratamiento de distintos males, así como la marihuana medicinal en otras
latitudes y el mismo México, así como la psilocibe
cubensis, también conocido como hongo psilocybe o Teonanacatl en el tratamiento de distintos males psicológicos.
Observo entonces, en esta coyuntura la
necesidad de reabrir las discusiones sobre el peyote y sus propiedades
medicinales.
De la misma manera
el texto evidencia un grave problema, la devastación de este cacto, que por
distintos motivos es sujeto de uso lúdico, terapéutico, y neotradicional, que
ha excedido ya el uso tradicional de las etnias peyoteras de México, y que
genera un mercado para su tráfico y consumo. Sumado a ello, el problema de la
minería en Wirikuta que a todas luces rebasa los acuerdos de protección
ambiental-tradicional y pone en peligro no sólo a esta especie, sino a
tradiciones originales milenarias y la bioseguridad del desierto mexicano.
Palabras clave: Peyote, agente terapéutico,
devastación, medicina tradicional, rituales
Abstract
This text discusses the current considerations of
Public Health Policy on the use of entheogenic plants and their traditional
uses, particularly peyote, as well as the problem of the devastation of this
cactus for its traditional uses and the evident danger of extinction due to the
extractivism.
From the colonial prohibitions and even the legal ones
of our days, this cactus rich in alkaloids has been considered from propellant
of witchcraft and idolatry, to recreational use when considered a drug or drug,
as a psychoactive substance; but not as a medicinal agent.
Ethnography has provided different authors (including
my case), concrete data that calls into question the assertions about the null
therapeutic value of peyote, then confronted with its real uses. In addition to
the data known in Mexican indigenous traditional medicine (especially in Cora
and Wixárika cases), and those provided in research
on alcoholism and drug addiction treatment among North American Indians (in the
different offices of the Native American Church), the data collected in the
field in this case, point to serious implications in favor of the emotional
health of users.
This text adds to the data on peyote and its
therapeutic value with the intention of broadening the spectrum of
anthropological, intercultural health, ethno-medical, psychological research
and the reformulation of national public health policies.
Keywords: Peyote, therapeutic agent, devastation, traditional medicine, rituals
Introducción
El peyote, también
conocido por su nombre científico como Lophophora
Williamsii, es un pequeño cacto verde grisáceo (en otras ocasiones verde
azulado) sin espinas, que de manera natural crece en el desierto Chihuahuense,
en particular en los estados de Aguascalientes, Zacatecas, Durango, Chihuahua,
San Luis Potosí, Coahuila, Nuevo León, Querétaro y Tamaulipas; y al sur de
Texas en EE. UU. (Schultes, 1938, p.699). Dicho cacto, contiene más de 50
alcaloides (Hofmann & Schultes, 2008; NIERIKA, 2013), de los que el más
importante es la mescalina. Esta sustancia activa, pertenece a la familia de
las etilaminas, que se mimetizan en el cerebro con la serotonina, lo que
produce diversos efectos físicos y psíquicos, como relajación, menor percepción
del dolor y del estrés (Martínez, 2099), así como (en la opinión de Schultes)
“alucinaciones” visuales y auditivas, donde se perciben diversas formas y
colores, además de alteraciones del tacto provocadas por una “severa
intoxicación” (Schultes, 1938, 700, 701).
Algunos (otros)
nombres con que se conoce al peyote son:
· Lophophora Williamsii: es el nombre científico con que se conoce al
este cactus, endémico del desierto chihuahuense, llamado así desde los
compendios de plantas del siglo XIX, por distintos botánicos europeos. Dicho
sea de paso, este nombre no figura entre
los utilizados por los usuarios activos del cactus.
· Peyote/peyotl/peyotzin: el
más común y conocido en la jerga popular, proveniente de la lengua náhuatl que
quiere decir “tela del corazón”, “estimulación”, o como otra variante de la
misma lengua (peyutl)
“capuyo de gusano”.
· Hukuri/hukuli: entre las familias lingüísticas yuto-nahuas, en particular los wixárika y
rarámuri, se refiere al cacto utilizado en sus rituales adivinatorios,
mágico-religiosos, propiciatorios y curativos. Dicho sea de paso, este es el
segundo nombre con que se conoce, de manera muy general al cacto.
· Abuelo (y en menor medida: padre): refiere a una relación familiar superior
de los usuarios para con el cactus. Esta forma de uso, aunque menos común,
denota un tono reverencial del cacto como familiar, ancestro y maestro.
· Hermano mayor: esta tiene dos acepciones. La primera se refiere a Tamatsí Kauyumarie,
el venado azul, que a su vez, es el hermano mayor que muestra el camino a los
peregrinos wixáritari en el desierto potosino que vane n su búsqueda, el cual,
también se sacrifica por ellos. La segunda se refiere a la personificación de
Jesucristo en las vertientes cristianas de la Iglesia Nativa Americana (INA),
donde el peyote supone ser el sacramento.
· Sacramento: en la INA (en cualquier vertiente, cristiana o no) el peyote es
el vínculo real, material con el que los practicantes entran en comunión con el
principio superior. Religiosamente, es considerado el símil del sacramento
cristiano en esta religión indígena.
· “Mescalito”: para los lectores de Carlos
Castaneda (2004 y 2007), inmersos también en estas prácticas, Mescalito es el nombre con que también ellos se refieren al
cacto.
· Medicina:[1] entre
los usuarios relacionados con las formas de espiritualidad indígena norteamericana,
a distintos elementos se les llama medicina, sobre todo porque dichos elementos
como los rituales mismos, plantas, personas y capacidades de objetos como las
pipas o las plumas de águila, contienen potestades curativas en términos
generales (es decir, curativas para el cuerpo, la mente y el alma). En el caso
particular del peyote, es llamado medicina por
las atribuciones dadas al cacto, como medicina para el cuerpo, la mente,
y como agente expulsor de males y demonios morales-espirituales; así como
agente terapéutico en los casos de ordenar moralmente la vida de algunos de sus
usuarios (o devotos) y de la rehabilitación del uso de drogas o alcohol.
El peyote ha sido
utilizado por diversas etnias del norte del continente Americano; sus usos van
desde los cultos mágico- religiosos, hasta los médico –terapéuticos; así como
fueron sólo en su zona endémica y posteriormente se rebasó la “frontera
natural” del cacto, dados los intercambios de las etnias del norte de México
(fueran sedentarias o seminómadas) y las que sin reconocer fronteras políticas,
llevaron el cacto a lo que hoy es la Unión Americana, en particular a las
tribus de las planicies.
Valor terapéutico: versiones de la SSA y la
etnobotánica wixárika-navajo
Desde la medicina
y las neurociencias, las investigaciones en torno al peyote no son del todo
nuevas y en mi opinión son insuficientes. Aldous Huxley (2014), participó de
manera vivencial en ellas en la década de los años 50, no sin los antecedentes
de Arthur Heffner en 1897, quien fue el primero en aislar la sustancia activa
del peyote para su conocimiento (Martínez, 2009).
La prohibición
A partir del
arribo de los europeos al continente americano, y a través de la idiosincrasia
cristiana, cualquier uso de distintas plantas enteógenas (incluido el peyote),
fue prohibido, en principio tal prohibición respondía a factores religiosos;
posteriormente, por su “peligrosidad” psíquica y comportamental; y ahora en
muchos contextos también está legalmente prohibida o en todo caso restringida a
“usos y costumbres” indígenas (Hofmann & Schultes, 2008).
La prohibición,
represión e intolerancia en cualquiera de los usos del peyote fue un tema
cotidiano en la época colonial. Uno de los ejemplos es que un cura (anónimo), cerca
de San Antonio, Texas, publicó un manual
con preguntas para los indígenas conversos en 1760, entre las cuales preguntaba
si habían comido carne humana, o peyote, como hechos no muy disímiles. Otro
cura, Nicolás de León, preguntaba también a los nativos si eran adivinos, si
adoraban sitios antiguos de culto o ídolos, o si comían peyote como técnica
adivinatoria (Hofmann & Schultes, 2008,
147). Estos autores dan un lugar
singular al peyote y su uso etnobótánico,
y también al cultural. Sus disertaciones, que
van al principio en torno a la condenación de su uso desde el arribo de
los españoles al continente americano, por su “satánica superchería” (Hofmann
& Schultes, 2008, 144).
Posteriormente,
más allá de la prohibición de tipo religiosa, mística o supersticiosa; a partir de
insuficientes investigaciones, la actual Secretaría de Salud en la Ley General
de Salud (1983), artículo 245 del capítulo VI, relativo a las sustancias
psicotrópicas, alude a la mescalina (principio activo del peyote, y de dos de sus variantes endémicas
mexicanas) como “de escaso o nulo valor terapéutico”, además de ser fuente
problemas de salud graves en el uso indebido o abuso.
Este argumento se
propuso siguiendo la declaración en el mismo tenor de la OMS que en 1974
reconoce al peyote como fármaco de valor terapéutico escaso o nulo y con riesgo
grave para la salud (Mendo, 2000, 338).
Ya en tenor legal,
es erigido el Código penal para el Distrito Federal (reformado para CDMX) en
materia de Fuero común, y para toda la república en materia de Fuero Federal
(1987), Título séptimo. Delitos contra la salud. Capítulo I. “De la producción,
tenencia, tráfico, proselitismo y otros en materia de psicotrópicos. Arts.
193-199”, que incluye el uso y el tráfico de peyote. Que dicho de otro modo
prohíbe su extracción, comercialización, posesión y cualquier uso.
Devastación y protección
La región original
del peyote, que va desde el altiplano central mexicano hasta el sur de Texas
sufre en la actualidad del grave problema del extractivismo, siendo un grave
problema desde distintas aristas. El actual territorio de Wirikuta, que
comprende gran parte del desierto potosino es la microrregión más notoria,
aunque no la única con un problema grave de extractivismo desértico en México.
En 1994 en el estado
de San Luis Potosí, se declara el
Decreto de sitio de patrimonio histórico y sujeta a conservación ecológica a la
zona denominada Wirikuta con base en las practicas milenarias de los indígenas
wixárika (Mendo, 2000, 340). En el mismo año se da la aprobación en la NOM-059-ECOL-1994, que en los casos de Lophophora Difusa es tratada como especie endémica amenazada y
la Lophophora Williamsii es tratada como especie sujeta a protección
especial (Mendo, 2000, 341). Esta declaración tiene su inspiración en el
reconocimiento del Convenio de Viena
sobre Sustancias Psicotrópicas (1971) donde admite a las poblaciones indígenas
tradicionales hacer uso de estas plantas sin represalias legales, lo que en el
caso mexicano no ha aplicado, dado que con todo y los permisos
correspondientes, los grupos indígenas usuarios del cacto, incluíos los
wixáritari y los na’ayeri (cora), siguen siendo encarcelados por las
autoridades.
Sobre la
protección y el actual saqueo al desierto, la Convención sobre el Comercio
Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres, ha
recomendado colocar al peyote en una protección
menor (junto con la NOM citada). A propósito de ambas, estas no son ni han
sido suficientes para detener el saqueo, al minimizar el problema (Guzmán,
2017, 101) de esta especie y sus usos.
En nuestros días,
las mineras extranjeras apostadas en territorio potosino pugnan legal e
ilegalmente para mantener el lugar asignado por el gobierno de Felipe Calderón
en un elevado número de concesiones mineras, faltando al pacto Hauxa Manaka de
2008 firmado con distintas etnias para la protección general de dicha zona. En
tal sitio, la minería aparenta ser el mayor enemigo no sólo de la flora y fauna
endémica, sino de las tradiciones de pueblos originarios que transitan por la
zona, quienes además de ser parte de la vida económica de la región, sobre todo
en el pueblo mágico de Real de Catorce; cumplen con sus formas culturales
ancestrales, al realizar las peregrinaciones propias de sus calendarios
litúrgico-agrícolas.
El extractivismo
que en su mayoría se presume ilegal, junto con la ganadería que ha convertido
el paisaje biocultural de Wirikuta en tierra de pastoreo (Velázquez, 2020),
además del saqueo en escalas que van desde lo singular hasta lo presumible como
“tráfico de especies”, está generando devastación y una amenaza de extinción de
la Lophophora Williamsii. Actualmente
existen formas legales que “protegen” a distintas especies endémicas como el
peyote, sin embargo en la práctica no se aplican. La misma investigación de
campo arrojó datos de capital importancia para lanzar esta afirmación. En
distintas notas periodísticas, como en entrevistas (Arias, 2022) logra captarse
que las autoridades locales brillan por su impericia en tres de las acciones
más importantes frente a la protección del peyote: 1.- detención de personas
indígenas en pos del peyote para sus rituales tradicionales, 2.- la no detención de extractores-traficantes de
este cacto y 3.- la falta de conocimiento pericia en el manejo de las unidades
de peyote incautadas in situ[2] (Velázquez, 2020).
Usos
En opinión del
Neurocientífico Juan Gerardo Martínez, las drogas psicodélicas afectan
distintas funciones mentales como las emociones, la percepción del sí mismo,
las funciones cognitivas, entre otras; pero esto depende, de las disposiciones
y expectativas que el sujeto tiene de tal uso (Martínez, 2009). Dentro de los
dos grandes grupos de psicoactivos están las triptaminas y las etilaminas, a este grupo pertenecen los alcaloides como la
mezcalina propia del peyote.
Martínez
(2009), afirma que las sustancias
alucinógenas mimetizan los químicos con los que se comunican las neuronas entre
ellos la serotonina que interviene con el humor, la memoria y el sueño. En el
caso particular de las etilaminas, se utilizan para disminuir el dolor físico y el estrés, incluso se utilizan
combinados con psicoterapia.
Richard Evans
Schultes, afirma que la “intoxicación del peyote” es divisible en dos fases: el
periodo de satisfacción y sobre-sensitividad, y segundo el periodo de calma
nerviosa y pereza muscular (Schultes, 1938, 700); así como alucinaciones
auditivas y disturbios en la percepción del tiempo y el espacio. En su revisión
Schultes encontró que investigadores anteriores a él han estado de acuerdo en
que el consumo de peyote no conforma un hábito narcótico (adicción), que su uso
conduce a pequeños episodios de degradación moral (no especificada) así como
que no produce efectos afrodisiacos (Schultes, 1938, 702).
Schultes menciona
también que la verdadera importancia del uso del peyote, es la
medicinal-terapéutica. El peyote es
usado según, entre los indígenas mexicanos como estimulante para la guerra,
evitar el hambre y la fatiga, en contra del reumatismo aplicado de manera
tópica, entre los indígenas norteamericanos para ayudar en las labores de
parto (Schultes, 1938, 704-702). De todo
esto, la afirmación del autor que asegura que el “atractivo” entre los
indígenas norteamericanos, sea el medicinal más que por las visiones producidas
(Schultes, 1938, 706, 707). Se ha encontrado también el beneficio en el
tratamiento como antibiótico, antiséptico, además de los usos caseros que se
han dado para combatir la “artritis, reumatismo, pleuresía, asma, ciática,
catarros, espasmos y dolores musculares” (Mendo, 2000, 338).
Un dato rescatado
por Hofmann y Schultes que apuntala la idea del uso medicinal, es que el médico
personal del rey Felipe II, Francisco Hernández, describió el cacto en su sabor
aparentemente dulzón y moderadamente picoso, el cual “proporciona alivio cuando
se aplica machacado en las articulaciones doloridas” (Hofmann & Schultes,
2008, 146).
Concepto de salud indígena vs. el de la medicina
científica
El concepto de
salud según la OMS refiere al “estado de bienestar físico, mental y
social, y no sólo la ausencia de
enfermedad”. Refiere igual al equilibrio de mente y cuerpo, pero mi cuestionamiento
al momento es si en realidad tal cosa se cumple según las políticas de la OMS.
Sobre todo cuando se piensa en la salud como un derecho humano que debe ser
asequible, o en la salud desde la óptica de la ética y la dignidad, así como el
derecho a acceder a la salud bajo cualquier código de creencia o premisa
social, usos y costumbres nativas o el derecho a la medicina
tradicional/alternativa, sin la necesidad u obligación de buscarla a través de
la medicina científica, y sin que cualquier sujeto sea juzgado o excluido por
ello.
La concepción de
la salud, desde el mundo indígena (desde una visión general) propone que la salud es un estado de
equilibrio personal con la mente, el cuerpo y el espíritu, y en relación con el
medio donde se vive, incluidas plantas y animales, los elementos etc. Desde una
epistemología nativa, no se concibe un mundo exterior o una división entre el
humano y aquello llamado “medio ambiente”. La interrelación de la especie
humana con lo que se ha construido occidentalmente como “el resto”, no es
concebido de la misma manera en muchos contextos indígenas, es decir no es
dicotomía, sino unidad. El mismo caso aplica a la salud, cuando un
desequilibrio emocional o espiritual puede ser considerado causante de una
enfermedad con síntomas reales, es decir físicos.
Esto supone que
los dos distintos tipos de medicinas y médicos disten en sus técnicas
especialistas de tratamiento de los males o enfermedades. El médico científico
u occidental trata al cuerpo separado de la psique o el alma, aísla las partes
y las trata de tal manera, es entonces una visión mucho más anatómica. El
médico tradicional intenta internarse en el alma del enfermo para sanar desde
dentro el todo, entonces se considera integradora. Por ello las medicinas en
ambos mundos son distintas, con las
diferencias del origen y formas de uso de las mismas, como mercancías o seres
con auténtico valor terapéutico.
Datos etnográficos a favor del uso terapéutico del
peyote
La experiencia
etnográfica ha podido dar sólidas pruebas empíricas de los favorables usos del
peyote en distintos contextos (sobre todo en contextos rituales y/o indígenas).
Los datos más comunes y a la vez reveladores sobre los usos médicos del peyote
se registran en las comunidades wixárika en México y navajo en EE. UU.
En el mundo
wixárika en el momento de participar de la cacería del venado azul, en Wirikuta (en su peregrinación anual), algunos
sujetos refieren que además de hacer un ritual cíclico propiciatorio, y que
encontrar el peyote es signo de buenos presagios y cosechas, el uso médico es
común, sobre todo de manera tópica sobre los golpes, torceduras, la artritis,
como antibiótico (bebido en té o fresco) y como antiséptico (untado fresco
sobre una herida). Además de ser utilizado para reumas y pleuresía.
Entre los navajo[3],
en el contexto de la Iglesia Nativa Americana, el peyote cumple con un listado
de funciones terapéuticas más allá de las atribuciones místicas. Es común
escuchar que la práctica asidua de los rituales de peyote ha ayudado a muchos
nativos a regenerarse del uso de alcohol y drogas (Smith & Snake, 1996), se
usa para agilizar las labores de parto (en té o comido fresco), así como para
aclarar la mente y lograr resoluciones a problemas psicológico-emocionales
(Csordas, 2013)
Observaciones in situ
En trabajo de
campo, realizando etnografía he observado que el uso del peyote tiene
repercusiones positivas en la salud de los usuarios.
Entre tales usos,
observé que
También observé,
cómo es que sobre todo el uso del peyote ayuda a resolver conflictos personales
o en todo caso influye positivamente en la psique de individuos con problemas
emocionales.
A principios de
noviembre de 2018, con motivo de un ritual de peyote al estilo de la Iglesia
Nativa Americana oficiado por un roadman[6]
navajo cerca de Tacámbaro, Michoacán; tuve la oportunidad de presenciar un
acto de healing o “sanación” dentro
de este ritual. Con todo y que la ocasión era por otro motivo, en opinión de
practicantes asiduos a estas formas rituales, las “sanaciones” son de lo más
frecuentes.
Casi a la mitad de
este ritual nocturno, se presentó un caso sui
generis con una participante novicia en estos ritos.
“Esta
mujer de aproximadamente 30 años, junto con su hermana de unos 28, fueron
invitadas al ritual por un joven (también de unos 28 años), que acostumbra
asistir a los rituales con el grupo de “los michoacanos”. Cuando el anciano
Bruce[7]
pidió a los novicios presentarse, estas dos mujeres refirieron ir con el joven,
porque él les dijo que la ceremonia les ayudaría, sobre todo a esta mujer de 30
años (madre primeriza, que llevaba a su hija, de alrededor de 9 o 10 meses al
ritual), con sus problemas personales. Esta mujer ingirió peyote en una sola
ocasión, más o menos lo que le cupo en una sola mano. Durante el transcurso de
la ceremonia, habrá depuesto alrededor de unas 10 ocasiones, y la materia
depuesta superaba por mucho la que ingirió. (…) En el momento de la mañana en
que tocó a las mujeres expresarse una por una en voz alta; esta mujer contó un
poco de sus problemas, refiriendo haber sido abandonada por el padre de su hija
y no ser apoyada por sus padres (y sólo por su hermana ahí presente). Dijo
después que daba gracias a la gente ahí presente y a “la medicina”[8],
porque pudo ver “que no estaba sola, que sus espíritus siempre están con ella”,
entonces sonrió y lloró (aparentemente de alegría)”.[9]
En otros casos, el
uso del peyote a través de un ritual mágico-curativo ha permitido a distintos
sujetos mitigar padecimientos crónicos como la diabetes[10],
o lograr la suficiente claridad mental para la toma de decisiones o resolución
pronta de conflictos personales[11].
Sobre la supuesta
“peligrosidad” psíquica y comportamental;
enunciada por Hofmann & Schultes en su obra “Plantas de los dioses”
(2008), debo decir que tales juicios religioso-morales pueden ser discutidos al
presenciar evidencia etnográfica que contraviene tal postura. En investigación de campo, he podido presenciar
un alto número de rituales en los que la ingesta de peyote es el acto central,
y en ninguna de estas ocasiones observé que alguna “conducta” resulte peligrosa
física o psíquicamente, dados otros juicios comunes enunciados en detrimento
del uso del cacto como embriagamiento o depravación moral. Al respecto, tanto
en observación etnográfica directa, como en las entrevistas a sujetos
practicantes de estos rituales, ninguno ha referido haberse sentido embriagado
o fuera de sí. Al contrario, las experiencias de los sujetos sugieren algún
tipo de claridad mental, estados emocionales y anímicos positivos, así como
sensación de bienestar corporal general.
Sobre las posturas actuales de salud intercultural y
el respeto al derecho intercultural de salud
Las posturas
actuales de salud intercultural apuestan por el conocimiento profundo en el campo
socio-antropológico de distintos grupos humanos, donde más allá del derecho de
la libre autodeterminación de los pueblos, se reconoce y se lucha por la
pervivencia de las tradiciones, lo ancestral, incluidas sus formas de
organización socio-política, religiosa y médica (Zarrazaga y Ramírez, 2008), en
el tono de “validación y negociación culturales” (Campos, s/f, p. 7)
La medicina
tradicional, como las medicinas y terapias alternativas representan ahora
además de estilos de vida saludables, opciones viables para el tratamiento de
diversos males sin los efectos perversos que en ocasiones presentan las
medicinas químicas (o de laboratorio). Desde el uso de la acupuntura china,
hasta los masajes, magnetoterapia, herbolaria y
el naturismo, son consideradas formas médicas/terapéuticas para el
tratamiento de distintas enfermedades.
En el caso de las
plantas o tratamientos preparados como ungüentos o pócimas que están compuestas
con propiedades psicoactivas, existe evidencia de sobra que avala su uso. El
caso del Cannabis medicinal es uno de los más sonados en el mundo y ya
utilizado en México; en el mismo tenor del Santo Daime y Ayahuasca medicinal en
nuestra Sudamérica[12].
Tales casos de
plantas que en algún momento fueron prohibidas por considerarse como
estupefacientes, y por ende peligrosas para la unidad o la seguridad social;
son ahora, después de largos procesos de lucha por su despenalización e
investigación científica, elementos sustanciales de nuevas/otras formas de
sanar enfermedades físicas y psicológicas.
En el caso del
peyote, su uso como medicina tradicional se conoce a través de las prácticas
propias de los grupos indígenas que originalmente lo han utilizado
ininterrumpidamente desde hace más de 3000 años. Por supuesto que como fue
mencionado con anterioridad, este uso no sólo ha sido médico en términos
corporales, sino que incluye las dimensiones psicológicas y espirituales,
además de ser parte sustancial de los rituales cíclicos- propiciatorios de
estos grupos humanos.
Los documentos
recabados y revisados en el proceso de investigación, así como la experiencia
etnográfica producida de primera mano, son muestra de la necesidad de reabrir
las discusiones sobre el uso del peyote no sólo en contextos rituales, sino
sobre su uso efectivo para el tratamiento de distintas enfermedades.
La poca
investigación sobre este cacto tanto por prohibición, veto, estigmatización o
falta incluso de interés o presupuesto; es por supuesto insuficiente para
determinar de manera científica y precisa la verdadera importancia de esta
especie, que dicho sea de paso, está amenazada por factores como la explotación
minera en el estado de San Luis Potosí, el turismo psicodélico, el tráfico
ilegal, así como el descuido fáctico en los lugares endémicos, donde se
pretende usar el suelo del semidesértico mexicano para cultivo y/o pastoreo.
Es aquí donde
falta también una legislación pertinente y eficaz sobre su uso, extracción (sea
legal o ilegal) y comercialización así
como la protección real por parte de las autoridades pertinentes y una política
que incentive a los dueños de parcelas en el desierto para la protección (así
como sucede en bosques y selvas).
Insistiendo en la
insuficiente investigación fito-médica real, tanto en laboratorio para extraer
no sólo la mescalina, sino algunos otros de sus componentes alcalinos activos
(se presume que el peyote contiene más de 50, y el único aislado y pobremente
analizado es la mescalina, y en todo caso la peyotina) y experimentar sobre sus
efectos[13].
Minería, extractivismo y devastación: la amenaza
tripartita al peyote
El tema de la
devastación y la inminente amenaza al desierto del altiplano potosino, y por
ende a las culturas peyoteras no es nuevo, ya que desde el 2010 el Frente en Defensa de Wirikuta visibilizó a
nivel internacional la ilegalidad de las concesiones mineras apostadas en la
región y la crasa falta de cumplimiento a los acuerdos de protección al peyote
y a las correspondientes etnias peyoteras en sus usos y costumbres
Existen tres ejes
que representan amenaza a la pervivencia
de estas culturas y sus tradiciones: el turismo místico espiritual, el tráfico de especies (en dos modalidades
distintas: trafico fuera del país, y trafico al estilo de narcotráfico) y la
minería.
En orden de
aparición el turismo místico espiritual es la forma menos agresiva, aunque sí
la más constante de esta amenaza tripartita, Basset (2016) ilustra bien las
maneras en que el turismo psicodélico ha tomado fuerza y forma en la sierra de
Catorce, convirtiéndose en un sitio de culto donde los “buscadores
espirituales” se aventuran a distintos tipos de experiencias
místico-turísticas. En términos generales este tipo de turismo centra sus
esfuerzos y recursos en conocer lugares importantes de la geografía sagrada del
mundo, es decir, donde se han suscitado eventos importantes como donde figuras
históricas han predicado o peregrinado, sitios arqueológicos, lugares de carga
energética como los focos tonales, y por supuesto los sitios endémicos de distintos
agentes enteógenos.
A partir de esta
noción de Turismo místico espiritual, es que
Basset (2016, 197) ayuda a
ejemplificar y distinguir a estos turistas y los categoriza de tres maneras: El
“turista artesano”, acude a la zona más con fines económicos buscando la
posibilidad de venta de sus artesanías, no sin menospreciar la ocasión de
viajar, pasear e incluso tener alguna experiencia con el peyote. Los “turistas
psiconautas” mayores en número, son conducidos al lugar con la intención de
buscar estados alterados de conciencia a
través del uso de plantas psicoactivas, en este caso el peyote; y por último,
los “turistas peregrinos”[14]
comprenden una categoría donde la movilidad es un aspecto sustancial, donde la
soledad y la búsqueda de trasformación personal a través de la adaptación
distintas experiencias se adecúa a sus intereses religioso-sagrados.
De manera similar,
el tráfico de esta especie representa dos distintas modalidades, la primera más
ilegal que peligrosa, es el tráfico de especies de lophophoras para
coleccionistas nacionales, pero sobre todo internacionales. En la internet se
pueden rastrear un sinnúmero de páginas y grupos de discusión y coleccionistas
de cactos y lophophoras. No se tienen estimaciones reales del número de
especímenes que anualmente se trafican tanto dentro como fuera del territorio
nacional, dado que el cuidado que las autoridades ponen a este tipo de tráfico
es mínimo. En el caso del tráfico en particular de la Lophophora Williamnsii como especie psicodélica-estupefaciente
resulta preocupante por dos motivos: 1) tratar a una especie enteogénica como
enervante y 2) el trato ilegal-económico que esto representa. Sin pretensión de una apología de las maneras
en que se utiliza este cacto, las formas originarias de conseguirlo y
consumirlo son sumamente variadas, pero ninguna de ellas representa un
intercambio monetario entre humanos, sino una “Economía de lo sagrado” (no en
los términos de Charles Einstein): intercambios rituales, sacrificios animales
y ofrendas para tener los favores de los dioses y encontrar el cacto en las
correspondientes peregrinaciones al desierto por él, ya sea para rituales
cíclicos/propiciatorios o para rituales
de crisis vitales/curativos.
Al tratarse el
peyote desde una epistemología occidental-capitalista, pierde la dimensión de
lo sagrado que supone la competencia tradicional de conseguirlo y se ha
degradado a la dimensión monetaria donde todo es comprable y tiene precio.
Entre los grupos
peyoteros de la NAC en México, se habla más como rumor de dos sujetos que se
hacen pasar por peyoteros, pero que en realidad son dealers del cacto. De
este rubro solo se consiguieron datos de segunda mano, dado que en campo no ha
podido comprobarse, sin embargo existen algunos sujetos afirman haber visto
este tipo de transacciones.
Como tercer eje,
la minería representa la mayor amenaza y es el fenómeno que se ha enfrentado
más visiblemente, sobre todo por la sociedad civil, más que por las instancias
legales competentes. La zona desértica del estado de San Luis Potosí conocida
como Wirikuta ha sido históricamente proveedora de metales preciosos y otros minerales. Después de haber sido por
varias décadas un pueblo (y región) casi fantasma, la zona se revitalizó a
partir del turismo místico, sobre todo a partir de los primeros años del
presente siglo (Álvarez, 2017; Arias 2022). Sin embargo, a partir de
las concesiones otorgadas por el gobierno federal mexicano a mineras
extranjeras en 2008, la minería a cielo abierto amenazó grave y frontalmente al
desierto potosino en general, y en particular al peyote y el mundo tradicional
y simbólico que gira alrededor de este.
Más allá de la gravedad que supone la amenaza y en todo caso la trágica
pérdida histórica y biológica con la extinción de una especie como el peyote,
existe una gravedad cultural también de fondo: la extinción de la etnia
wixárika. Por supuesto que desde un punto de vista
occidental, la extinción de un cacto del que no se sabe sea parte sustancial de
un ecosistema o que permita la existencia sobre la tierra (como es el caso el
agua o el aire) podría tomarse como triste, mas no gravísimo. Sin embargo, simbólicamente
el peyote representa un elemento sustancial en la vida de este pueblo
originario. Dentro de su cosmogonía y su mitología fundacional, el peyote
representa el camino sembrado por Tamatsi Kauyumarie (el venado azul) hacia el cerro quemado,
donde nació el sol. En este sentido, la peregrinación por el desierto de
Wirikuta es la repetición y representación de un drama cosmogónico de la
primera peregrinación de los ancestros de los wixáritari, ergo revitalización de la creación del mundo, hecho simbólico que
sin el peyote no es posible. Si esta peregrinación no pudiese cumplirse año
tras año, el sostenimiento de la vida para esta etnia no es posible, ya que el
ciclo agrícola-litúrgico no puede seguirse sin el peyote para los rituales
propiciatorios, lo que no traería lluvia a la siembra, por lo que no había
maíz, no había comida, etc.
La lucha por el
desierto, ya sea como espacio sagrado o económico y sus recursos (por supuesto
incluido el peyote) ha sido más evidente desde finales del siglo pasado e intermitentemente
visible en lo que va del presente. La problemática más visible apunta a la
amenaza minera, que pareciera la más poderosa. El trabajo de campo evidenció
cuando menos en dos ocasiones la problemática vivida en el desierto y recalcada
por sujetos wixáritari, etnia políticamente
más activa en la defensa de Wirikuta, y por algunos otros simpatizantes.
En el marco del
Congreso Plantas Sagradas de las Américas, auspiciado por CIESAS-Occidente,
celebrado del 23 al 25 de febrero de 2018 en la rivera del Lago de Chapala, el
primer día fue dedicado prácticamente al peyote y las investigaciones en torno
a él. Desde las primeras ponencias, se evidenció la presencia de supuestos
comuneros que intervinieron con argumentos en favor de la minería y el desarrollo
económico de la región de Catorce. El ambiente subió de tono desde temprano y se mantuvo así
prácticamente toda la jornada, por la presencia de los “comuneros” como
por mismos actores originarios de
distintas latitudes del continente demostraron no estar del todo de acuerdo en
cuanto a los usos rituales del cacto, cuestión no tan grave frente a las
incursiones de los comuneros que según personas wixáritari y sujetos miembros
del Frente en Defensa de Wirikuta, presentes en el congreso, serían infiltrados
de las mineras. Su presencia pervivió los tres días del congreso generando una
tensa calma que fluctuaba y mantenía alerta la atención de activistas y
personas indígenas.
En la conferencia
“Hablemos de hikuri: Perspectiva ecológica y cultural del peyote”, celebrado el
sábado 21 de mayo de 2019, en el Museo de la Ciudad de Guadalajara; Liz
Bonilla, mujer wixáritari y activista en la protección del peyote y Pedro
Nájera, biólogo conservacionista de la CONABIO, expusieron sus perspectivas
frente a la devastación que vive actualmente el peyote en la zona de Wirikuta.
La intervención de Liz Bonilla rayo en un tono desolador al relatar una ocasión
en la que peregrinaba con un grupo de peyoteros de su comunidad (Tatei Kie), peregrinación que se
prolongó más de lo esperado ya que no encontraron el cacto en las zonas donde
regularmente suelen colectarlo. El resultado final de su peregrinación fue
igual a cero, ya que no encontraron ejemplares para llevar a su comunidad y
realizar sus “fiestas”. El relato terminó en el dato de una posterior
peregrinación de esa misma comunidad que fue a otras locaciones del desierto
potosino y que sí pudieron colectar una cantidad suficiente de peyote. Bonilla
explicó que el cacto es sumamente importante para su cultura, dado que forma
parte sustancial de sus rituales durante todo el año, y que sin el peyote, la
consecución de ellos es prácticamente imposible, lo que supone la extinción de
“su gente” y su cultura. Afirmó que existe una incomprensión general por parte
de sujetos no wixáritari, ya que no comprenden el fondo simbólico del peyote
para su cultura. Esta no es sino una incompatibilidad epistemológica de la
cultura occidental frente a la cultura originaria.
Pedro Nájera habló
en su intervención desde la visión científico-académica del mismo problema, la
devastación del peyote por distintos tipos de sujetos. Mencionó en principio
que las características químicas del peyote, sobre todo las alcalinas son una
protección del mismo frente a depredadores, cosa que en realidad importó poco a
nuestra especie, al encontrar sus propiedades psicoactivas. En adelante, afirmó
que su perspectiva conservacionista va más en un tenor como biólogo, pero que
tal cosa no excluye el apoyo en la lucha de los wixáritari y evidencia su
desaprobación frente a grupos “hippies”. Después mostró una serie de tablas que
contabilizan a manera de censo la población de peyote de una amplia extensión
de tierra en Wirikuta. Demostró a través de estas que la población va en
decrecimiento, y que la recuperación es lenta e insuficiente, apuntando un
panorama futuro desolador. Después, anunció una propuesta de reforestación que
incluiría diversas acciones y sujetos, sobre todo actores indígenas y
comuneros, reinserción de ejemplares criados en invernaderos, un cuidado y
desarrollo real de la acción gubernamental, entre otras.
Estos dos casos
muestran el serio problema que se vive en el desierto y que padece
particularmente el peyote, tanto por la macroamenaza minera, como por la
extracción en pequeña o mediana escala por parte de sujetos no originarios que
usan el cacto con diversos fines.
Propuestas de lucha y conservación
Entre las diversas
propuestas para la conservación de esta especie además de las generadas
gubernamentalmente y su evidente fallo, han surgido otras desde la academia y
la sociedad civil que han sido sugerentes y hasta algún punto han intentado
equilibrar la balanza.
En el Foro
Internacional Sobre Espiritualidad Indígena, en el año 2000, Alejandro Mendo
presentó una ponencia sugerente llamada Hacia
la preservación oficial del peyote. En esta plantea el panorama histórico
del uso del peyote en sus formas espirituales, tanto en los pueblos indígenas
mexicanos, como el peyotismo norteamericano, pasando por las propiedades
terapéuticas en psicología, su función como antibiótico, antiséptico, además de
los usos caseros que se han dado para combatir la “artritis, reumatismo,
pleuresía, asma, ciática, catarros, espasmos y dolores musculares” (Mendo,
2000, 338).
La propuesta
medular de Mendo es a través del seguimiento del status legal de planta, así
como de los riesgos que corre esta frente a la devastación. Mendo se enfoca en
señalar que el peyote enfrenta serios riesgos debido a distintas actividades
humanas no tradicionales entre los que se encuentra lo que él llama “turismo
psicodélico” (ilustrado bien por Vincen Basset, 2016), las actividades
agrícolas, de pastoreo y minería que en la zona están invadiendo el área
natural de crecimiento del cacto, reduciendo su número de manera considerable.
Sumado a estas, está la introducción de infraestructura como carreteras y
caminos locales; y por último, pero no menos importante el comercio ilegal del
cacto tanto dentro como fuera del territorio nacional (Mendo, 2000, 343).
Mendo elabora una
propuesta para la eficiente protección del peyote en México basada en aplicar
de manera correcta los señalamientos de la Norma Oficial Mexicana en materia
ecológica, reformar algunos artículos de las leyes nacionales[15]
para la redefinición de las propiedades y la clasificación técnica del peyote,
lo que influirá necesariamente en la valorización que la Secretaría de Salud
tiene del cacto (Mendo, 2000, 344)
plantea también la reformación del Código penal para el Distrito Federal
(hoy CDMX) en materia del Fuero común, en su título Séptimo, Capítulo primero
que trata de la posesión y trasportación de sustancias. En este caso, la
propuesta incita a reformarlo en cuanto al no castigo a las poblaciones
indígenas que usan el cacto, y la aplicación severa de la ley a cualquier
individuo no-indígena, por ser un claro delito contra la salud.
Mendo hace una
propuesta de autogestión indígena, donde en principio, sólo los sujetos
distinguidos por las comunidades que se encarguen del uso del peyote en su vida
religiosa, puedan hacer uso y trasportación del cacto, lo que supone generar un
registro (quizá legal) para ello. Seguido de una serie de acciones por parte de
los mismos indígenas (en el texto señala principalmente a los wixáritari) para
la preservación y aprovechamiento de los recurso de que disponen. Además de
formas en que el cactus puede ser reproducido con técnicas de laboratorio, lo
que reduciría su devastación (Mendo, 2000,
347).
El movimiento
Frente en Defensa de Wirikuta, desde 2010 pero más activamente desde 2011 se
posicionó fuertemente en contra de la extracción de metales y minerales en el
territorio protegido de Wirikuta, argumentando la inconstitucionalidad de las
concesiones otorgadas por el gobierno federal. Este movimiento compuesto sobre
todo por académicos, intelectuales, personas indígenas, seguidores y
simpatizantes de las espiritualidades indígenas, bohemios, residentes de la
zona de Wirikuta, entre otros, ganó un amparo que permitió detener los trabajos
ya comenzados por mineras extranjeras, quienes obtuvieron concesiones federales
en 2008. Sin embargo este amparo venció al terminar la gestión federal de 2018
y hoy día se libran nuevas batallas en ese campo. La lucha de esta asociación
intercultural e interdisciplinar, consistió sobre todo en defensa activa en la
zona de Wirikuta, marchas a la CDMX para plantear dichas problemáticas ante el
congreso de la unión, actividad legal que consiguió el amparo; y en días más
recientes, en 2022, la marcha y entrevista con el presidente Andrés Manuel
López Obrador para entregar un pliego petitorio sobre el tema.
Uno de los
intentos más recientes es el propuesto por la familia Velázquez Mendoza, y su
A. C. Ameyaltonal[16].
En noviembre de 2020 en una organización pequeña y un tanto íntima con los
moradores del rancho de Coronados, en la sierra de Wirikuta, SLP., y con el
apoyo de algunos otros académicos y simpatizantes, se intentó llevar a cabo un
encuentro donde Tonatiuh Velázquez (quien encabezó esta propuesta) y su familia
presentarían un plan de manejo ambiental para esa zona, con la intención de
ampliarlo a todo Wirikuta, para después realizar una propuesta a un diputado
federal de esa zona para la regulación del uso del peyote. Esta iniciativa fue
interrumpida por un grupo de choque, que según la familia organizadora está financiado
por las mineras extranjeras apostadas en la zona, con la intención de romper
con toda iniciativa de protección al ambiente, con la consigna de que los
moradores de la sierra de Catorce necesitan trabajo y las mineras son la mejor
opción para ello. El encuentro que se planeaba para tres días, sólo tuvo una
mañana de trabajo y después de la comida se tuvo que concluir públicamente para
evitar conflictos y violencia con el mencionado grupo de choque. La iniciativa
quedó solo en un intento más por la protección del peyote y otras especies
endémicas, animales y vegetales y por la futura legislación para el uso ritual
del peyote fuera de las consideraciones actuales que se remiten solo a ciertos
grupos autóctonos en sus usos y costumbres.
Conclusiones: las necesidades actuales de
investigación y reformulación de política pública
Es singular la
paradoja que vive el peyote en nuestro país, paradoja que tiene su origen en la
política pública. No es extraño y es sumamente comprensible que en la conquista
y época colonial, este cacto fuera objeto de persecución, dadas las precarias
condiciones intelectuales de la época, así como la intolerancia a las formas
originarias, tanto espirituales como médico-terapéuticas. Sin embargo, a partir
del Convenio de Viena en 1971 se presume una apertura oficial en términos
internacionales a las formas de medicina indígena, junto con sus formas
espirituales, que dicho sea de paso no son excluyentes sino complementarias.
Hoy día se respetan estas formas en distintos niveles e intensidades a nivel
mundial, por supuesto variando en distintos contextos. A propósito de México y
el peyote, la paradoja es clarísima: la firma de acuerdos y tratados tanto
nacionales e internacionales en pos del reconocimiento de los usos y costumbres
de los pueblos originarios, una política pública nacional que dice respetar tales
usos y costumbres, el uso de los medios de comunicación con imágenes de pueblos
originarios ensalzando alguna clase de orgullo pluriétnico y un breve etcétera.
Frente a ello otra realidad que evidencia la impericia de las autoridades en la
formación de agentes del orden público y federal al no saber tratar esta
especie y reinsertarla en su hábitat natural, la no aplicación de la Norma
Oficial Mexicana frente a las variantes de Lophophoras sobre todo en torno a la
protección por ser especies al borde de la extinción, el poco cuidado frente a
sujetos no originarios que extraen el peyote, ya sea para consumo personal o
para cualquier tipo de tráfico, y frente a ello la vergonzosa detención ilegal
de personas indígenas que realizan sus peregrinaciones tradicionales en pos del
cacto con la venia de sus comunidades y la supuesta protección gubernamental.
Frente a los datos
expuestos, considero sumamente necesaria la apertura a nuevas investigaciones
sobre el tema, que abarquen desde la química-fármaco-biológica, médica y
psicológica, además de la apertura por parte del sistema médico hegemónico con
la necesidad de aprender más desde el enfoque etno-médico y fito- terapéutico.
Los datos de campo
desde los que pienso, nos revelan un nivel de realidad de tal proximidad, que
nos quedan pocas dudas sobre los beneficios del uso del peyote en términos de
medicina tradicional-ritual. Y claro que reconozco, también sin dudarlo, se me escapan otros que no
corresponden a mi área de producción de conocimiento; donde la psicología, la
química, la medicina y las leyes pueden llegar, pero que al ser innegables los
datos etnográficos a la fecha, son buen
pretexto del avance científico y político. A propósito de la apertura
y/o reformulación de política pública, en evidentemente necesario el
cumplimiento de los actuales acuerdos sobre protección y de usos y costumbres,
antes que proponer unos nuevos.
Lo que propongo en estas líneas se resume en
los siguientes puntos:
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Martínez, J. (13
de septiembre de 2009). Cura psicodélica.
El occidental. (sin página)
Recursos etnográficos
Etnografía en
Tacámbaro (por Aldo Arias), 1-2 de noviembre de 2018.
Entrevista con
Jorge (por Aldo Arias), octubre de 2018, en Guadalajara, Jal.
Entrevista con
Lázaro (por Aldo Arias), octubre de 2018, en Guadalajara, Jal.
Otros recursos
https://drogaspoliticacultura.net/
_
Aldo Daniel Arias Yerena. Licenciatura en sociología, (Centro Universitario de Ciencias
Sociales y Humanidades U. de G. - CUCSH) especialidades en Comunicación,
Cultura y Juventud. (Título obtenido por
medio de Tesis, la que tuvo por tema culturas juveniles). Maestría en
Antropología Social (CIESAS-Occidente). Postgrado que pertenece al nivel de
excelencia del CONACYT, con competencia Internacional. (Título obtenido por
medio de Tesis, la que tuvo por tema rituales indígenas en contextos
transnacionales). Doctorado en Ciencias Sociales (Universidad De Guadalajara),
con especialidad en Antropología. Postgrado que pertenece al nivel de
excelencia del CONACYT, con competencia Internacional. Tesis que tiene por
temáticas religiosidad indígena, etnicidad, decolonialidad
y uso de psicoactivos en contextos religiosos.
[1] Esta última acepción es de suma
importancia para nuestro trabajo, dado que en la medicina científica
(occidental) el peyote es rechazado por su nulo valor terapéutico, a diferencia
de lo que supone su uso en las cosmovisiones amerindias del norte.
[2] A propósito de ello, un sujeto en
pos de la protección de Wirikuta refiere que la policía federal no tiene
conocimiento de cómo tratar el cacto para su reinserción después de la
incautación, dándole un trato similar al de la marihuana, siendo quemados los
ejemplares recuperados. Esto revela la falta de conocimiento sobre la
protección de esta especie.
[3] Como referencia más explícita,
revise “The Navajo Healing Project” (T. Csordas).
[4] Entrevista con Lázaro, octubre de
2018, en Guadalajara, Jal.
[5] Permite una catarsis más rápida y
efectiva, lo mismo que la toma de conciencia frente a “problemas” de índole
personal, que en voz de algunos sujetos practicantes de los rituales de peyote,
requeriría un mínimo de 10 años en psicoterapia.
[6] Textualmente “el hombre del camino”,
quien es un guía espiritual y en ocasiones hombre médico tradicional; quien
muestra “el camino” (se refiere al camino de la vida en un sentido práctico y
también filosófico) a quienes participan de la ceremonia.
[7] El roadman en esta ocasión.
[8] Se refiere al peyote
[9] Etnografía en Tacámbaro, 1-2 de
noviembre de 2018.
[10] Entrevista con Jorge, octubre de
2018, en Guadalajara, Jal.
[11] Entrevista con Lázaro, citada.
[12] Los casos expuestos en el congreso
Plantas Sagradas en la Américas, en Ajijic, Jalisco en febrero de 2018, dan fe
de los diversos usos de estas plantas que no sólo se usan con fines religiosos
o lúdicos, sino que existen pruebas de su eficacia medicinal. Distintas
referencias consúltense en: https://drogaspoliticacultura.net/
[13] Recordemos que los hasta ahora
conocidos son los calmantes psicológicos, antisépticos, analgésicos y se cree
que también antibióticos.
[14] Esta acepción de Basset es muy
similar de la noción de “peregrino” de Danielle Hervieu-Leger (2004).
[15] No hace alusión a cuales leyes.
[16] Es importante mencionar que esta
familia es peyotera de larga data, y a su vez han estado insertos en el corazón
de la lucha por la preservación del peyote y del respeto a las costumbres
originarias desde antes del surgimiento del FDW. Ameyaltonal es una A. C. que
principalmente realiza labores de investigación y recuperación de saberes
indígenas, sobre todo a través de la medicina tradicional y la espiritualidad, con la intención de
reproducirlas y difundirlas.